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Esta actitud hizo comprender a Miguel que la brigadiera nada le había dicho de la carta ni de la cita. Después avanzó lentamente hacia él manifestando siempre la misma sorpresa mezclada de terror, sin hacer caso de la sonrisa tranquilizadora de su hermano: cuando éste la tuvo cerca, avanzó también algunos pasos, y cogiéndola por la cintura, la dio un par de sonoros besos en las mejillas.

Hijo de Logroño han creído algunos biógrafos á este poeta sevillano, á causa de haber residido en aquel punto durante su infancia y ser su padre natural de la Rioja.

El goce inefable de la independencia le embargó por algunos meses; entraba y salía de casa cien veces al día, sin necesidad alguna, sólo para convencerse de que era libre, dueño de sus acciones; tiraba de la campanilla y se hacía traer vasos de agua sin tener sed; compró una petaca y algunas libras de tabaco picado, y para aprender a hacer cigarros, se ensayó, por consejo de un teniente de artillería que se alojaba en la misma casa, haciéndolos con arenilla de la salvadera; corría por las calles deteniéndose largo rato delante de los escaparates, y gastaba el dinero alquilando por horas berlinas de punto; entraba en los cafés y pedía copas de ron o cognac, sólo por enjuagarse la boca, pues no podía atravesar los licores.

¡Ah! ¡no quiera Dios, señora, que muera el hijo de nuestro amor! Después de algunos momentos de conversación, duque y duquesa se separaron. Y no volvieron á verse por la reja. Pero cuando doña Juana acabó de cumplir su voto aparente, y se presentó en la corte, el duque de Osuna se presentó á ella, galán y hermoso. La duquesa palideció.

Otra de las cosas más interesantes que algunos llegaban a ver en el mar, según Yurrumendi, era un buque fantasma, tripulado por un capitán holandés. Este perdido, borracho, blasfemador y cínico pirata, anda, con un equipaje de canallas, haciendo fechorías por el mar. Si el maldito holandés se acerca al barco de uno, el vino se agria; el agua se enturbia; le carne se pudre.

Alrededor de esta mujer había, sentados en el suelo, dos chicos y una muchachuela, tan sucios y mal ataviados como ella, de quien eran dignos vástagos. El cortejo fué penetrando acompasadamente en la sala. Los hombres formaron una línea contigua á las paredes, y las mujeres otra, algunos pasos más al centro.

Había hecho algunos cuartos, pocos; con su rédito, con lo que daba el estanquillo y con lo que dejaban algunos huéspedes por el verano, vivían modestamente, pero sin trampas.

Este tal graduado, al cabo de algunos años de recogimiento, se dio a entender que estaba cuerdo y en su entero juicio, y con esta imaginación escribió al arzobispo, suplicándole encarecidamente y con muy concertadas razones le mandase sacar de aquella miseria en que vivía, pues por la misericordia de Dios había ya cobrado el juicio perdido; pero que sus parientes, por gozar de la parte de su hacienda, le tenían allí, y, a pesar de la verdad, querían que fuese loco hasta la muerte.

El salitre o nitrato de sodio se encuentra mezclado con otras substancias, pero si la proporción es de treinta por ciento o más y según la opinión de algunos químicos peritos, hasta de siete por ciento se puede obtener ganancia comercial explotando los depósitos. Los yacimientos contienen cuatro estratos de material, siendo el penúltimo de ellos el del nitrato mismo.

Esperó algunos minutos, con la cabeza tendida en dirección del Vivero, espiando todos los ruidos.... Vio dos luces entre la obscuridad lejana, después cuatro... eran ellos, los dos coches.... El ruido rítmico de los cascabeles se hizo claro, estridente; a veces se mezclaban con él otros que parecían gritos, fragmentos de canciones. «¡Qué locos, vienen cantando!».