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En el fondo, tan en el fondo que ni él mismo se daba cuenta, Apolonio se sentía orgullosísimo, creyéndose en aquellos momentos un personaje trágico de verdad e imaginando inspirar a la duquesa fuerte interés patético. ¡Bah! Temí, al verte, que se trataba de algo grave. Siéntate. Aunque hay que resolver de prisa, para resolver de prisa hay que pensar despacio. Siéntate.

Pero en el chaleco de Melchor siempre sonaba algo, aunque fuera media docena de pesetas, reunidas por D.ª Laura, Dios sabe cómo, con mil apuros, con el enfermizo velar de las niñas y el ahorro llevado a límites increíbles. Melchor había seguido la carrera de Derecho.

Los criados se habían retirado ya. De pronto apareció Mauricio en el comedor, diciendo que alguien me buscaba. ¿A ? pregunté sobresaltado. , traen una carta.... ¿Quién la trae? No lo conozco. Me levanté precipitadamente en busca del desconocido. Me traía dos cartas: una de Linilla y otra de tía Pepa. Corrí a leerlas. ¿Qué pasa? preguntó don Carlos. ¿Algo de cuidado? Abrí el pliego.

Como la Serranía de siempre, vaya, concluyó don Alejandro. Ezo igo yo, confirmó Catana, mirando a Nieves con la cabeza algo gacha. ¿Y también eres de su parecer, hija mía?

Ellas sólo gustan de los conferencistas que recitan versos... Pero quedan los intelectuales del país, los «doctores», que asisten con una hostilidad manifiesta, y al entrar se dicen unos a otros: «Vamos a ver qué nos cuenta ese señor». Luego, a la salida, protestan a coro. «No ha dicho nada nuevo; no hemos aprendido nada, absolutamente nada...» ¡Como si el encontrar algo nuevo fuese cosa de todos los días! ¡Como si un hombre que encontrase algo nuevo en su país fuese a decir a sus compatriotas: «Tengan ustedes paciencia, aguarden un poquito.

Comparto vuestro gusto, señorita; viajar es la más interesante distracción. ¿Y vos habéis viajado? , algo. ¿Conocéis los Ruddar, los Shakird-Pische, los Usbecks, los Tadjies, los Molahs, los Dehbaschi, los Pend-Baschi y los Alamanos? le interrogué de un tirón mezclando razas, clases y dignidades. ¿Y qué es todo eso? preguntó aturdido el barón. ¡Cómo! ¿no habéis ido nunca a Tartaria? No, jamás.

El bombero tomó al niño en sus brazos y lanzó una mirada ansiosa a todos lados; las llamas entraban ya por la ventana. Entonces, delante de una muchedumbre que presenciaba la horrible escena con el corazón apretado, algo como una luz divina inundó el alma de aquel hombre, grande en ese instante como la del Cristo en la cruz.

Viene el Bermejo de las serranias que estan entre Salta y Tarija: atraviesa gran parte del Chaco: el color de sus aguas es algo bermejo. En juntándose con el Paraguay, inficiona las aguas de éste, de suerte que son poco saludables sus aguas, hasta que concurre en las Corrientes con el Paraná.

Algo como el hálito de otra presencia llegaba hasta él desde los sitios tenebrosos. Una hora pasó. La claridad caminaba sobre el muro frontero. Hacia la derecha otro ángulo del patio comenzó a iluminarse. Nuevo arco ornado de rosetas de piedra aparecía, y Ramiro, al mirar en aquella dirección, advirtió la forma de una mujer asomada como él hacia la noche. Era Casilda.

Carmen le llevaba con frecuencia algo de comer, y el pobre animal le pagaba su compasión con artísticos arqueos y amorosos ronquidos.