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Los ojos del joven tropezaron con un patache que trataba de entrar en el puerto, y bailaba como un casco de nuez sobre las olas. Aquella entrada le interesó desde luego. Siguió todas las peripecias con viva atención, como si en ello le fuese algo. Al cabo de un cuarto de hora, cuando ya estuvo atracado al muelle, sintió de nuevo la espuela de su pensamiento.

Era igual á mi hijo; no, tenía algo más: un agradecimiento, una veneración reconcentrada que yo no había conocido nunca. Olvidas la fragilidad de su existencia.

Y con esta exclamación cerraba y justificaba todo su pasado. Ella miraba a Fernando como algo propio que le pertenecía para siempre. Más de una vez había protestado en los hoteles de la facilidad con que daban alojamiento a ciertas aventureras, con grave peligro de la paz matrimonial.

¿De modo que usted sabía quién es? exclamo. Claro está. Y entonces prosigo , ¿con qué objeto me lo preguntaba usted a ? No me lo preguntaba para informarse, sino que lo hacía con una intención perfectamente capciosa. Yo permanezco algo desconcertado, y al poco rato comparece otro hombre. ¡Hola! exclama el otro hombre . ¿No sabes quién soy? No quién eres.

La idea de la extension se opone á la unidad. En lo extenso, unas partes no son las otras. Esto es evidente; y quien lo ponga en duda combate la certeza de la misma Geometría. Si el mundo es algo real, es extenso; si no es extenso, no podemos asegurar que sea nada real. Con igual seguridad conocemos la extension que la existencia.

Sin embargo, aun en esta faz de decrepitud, ocurrió un incidente que demostró que la savia del afecto no se había agotado por completo en su corazón. Una de sus tareas cotidianas era ir a buscar agua a un pozo que estaba algo apartado de su casa.

Y cuando le dije terminantemente lo que pensaba decirle, se incorporó con la agilidad de un muchacho, me miró con unos ojos en que se pintaba la exaltación de su espíritu resucitado, y exclamó: ¡, Marcelo!... Nada menos que ... ¡el hijo de mi hermano Juan Antonio!... ¡Un Ruiz de Bejos de pura casta, sano y garrido como un trinquete!... Pero ¿lo has pensado... lo has medido bien, hijo mío? ¿No hay en tu arranque algo... vamos, algo de caridá que te ciegue? ¿Sabes bien todo lo que pesa esa carga en un hombre de tu ropaje? ¿Será posible que Dios misericordioso lo haya sido conmigo también en esto que le he pedido tan de veras?

¿Y para cuándo replicó Neluco son los buenos amigos y los competentes consejeros? ¿En qué ocupación más agradable ni más honrosa podría usted emplearnos?... y perdone la inmodestia con que me sumo con ellos... Y ya que de esto se trata y estoy autorizado por usted para hablarle con franqueza, he de decirle que además de este estudio, del que no puede usted prescindir, hay otra ocupación más del momento todavía, en la que debió de habernos empleado días hace... y no nos ha empleado usted, con gran extrañeza nuestra; con lo cual ha perdido un excelente recurso para matar horas sobrantes... Pensaba yo que, aunque a usted le sobraba el dinero al venir a Tablanca, había de picarle un poco la curiosidad de conocer de vista las haciendas de aquí, heredadas de don Celso, y el organismo, vamos al decir, de los tratos y contratos con sus llevadores, y algo más, a este tenor, que no deja de ofrecer su lado patriarcal, y por ende, interesante y pintoresco para un hombre como usted.

Algo extraordinario perturbaba á los tripulantes. Todos estaban arriba, como si una atracción poderosa los hubiese arrancado de los sollados, del fondo de las bodegas, de los metálicos corredores de las máquinas.

Mientras estas cosas tan graves ocurrían abajo, arriba, en Peleches, sin tenerse la menor noticia de ellas, también pasaba algo que merece consignarse aquí por remate de la crónica de aquella mañana de eterna remembranza en los futuros anales de la perínclita Villavieja.