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No hay más que tomar una lista de vecinos de Buenos Aires para ver cómo abundan en los hijos del país los apellidos ingleses, franceses, alemanes e italianos. El año 1820 se empieza a organizar la sociedad según las nuevas ideas de que está impregnada, y el movimiento continúa hasta que Rivadavia se pone a la cabeza del Gobierno.

El Friedrich August mostró prisa en salir cuanto antes. Las operaciones se hicieron con vertiginosa rapidez. La carga fué enorme: carga de personas y de equipajes. Dos vapores llenos abordaron al trasatlántico. Una avalancha de alemanes residentes en Inglaterra invadió las cubiertas con la alegría del que pisa suelo amigo, deseando verse cuanto antes en Hamburgo.

De pronto, un silbido en el puente, un estrépito en la proa de cabrestantes sueltos y cadenas escurriéndose. El buque quedó inmóvil; acababa de anclar, en espera de que se aclarase la atmósfera. Y entonces, por una de esas inconsecuencias propias de las muchedumbres, se reprodujo la protesta en los mismos que se habían quejado al ver el buque en marcha. ¡Estos alemanes cachazudos y prudentes!

Luego que los enemigos fueron en tierra, mandó D. Alvaro entrar en el fuerte todos los españoles, dejando fuera los alemanes, italianos y franceses, llegados bien al fuerte y reparados con muy buena trinchea. Comenzóse á murmurar desto, y así los metió á todos dentro y mandó salir fuera banderas de españoles. Dende á pocos días mandó desamparar aquellas trincheas y metió toda la gente dentro.

¿Y de dónde has sacado preguntó la marquesa que yo aspiro a ser modelo de heroína de novela? ¡Tal dislate! Entonces dijo Stein , escribid una novela fantástica. De ningún modo dijo Rafael ; eso es bueno para vosotros, los alemanes; no para nosotros. Una novela fantástica española sería una afectación insoportable. Pues bien continuó Stein : una novela heroica o lúgubre.

Es preciso estar ciego para no comprender que ha sido él quien ha guiado a los alemanes al Blutfeld. Sentiría que le hubiese alcanzado un trozo del carro; le reservo algo mejor que eso. Lo que más deseo es que continúe bien de salud, hasta que nos encontremos un día cara a cara, en cualquier lugar apartado del bosque.

«En este medio tiempo se juntaron en uno á cabildo Suson, padre de la Susana que llaman la fermosa fembra: Benadeva, padre del canónigo: Abalofia el perfumado que tenia las aduanas en cambio del rey é de la reina: Aleman, poca sangre, el de los muchos fijos Alemanes.... los Adalfes de Triana que aun vivian en el castillo.... Cristóbal Lopez Mondadura á San Salvador, é otros muchos ricos é poderosos que llamaron é vivian en las villas de Utrera i Carmona.

Para soportar todo esto, preciso es que la enferma tenga una fe, pero una gran fe en el mar, que crea que no hay otro remedio que pueda curarla, que quiera á toda costa empaparse de las virtudes de sus aguas. «¿Por qué no? dicen los alemanes.

Eran alemanes de América, especialmente del Brasil, de Argentina y Chile, que habían pretendido volver á su país en los primeros momentos de la guerra, quedando aislados en Barcelona, sin poder continuar su viaje, por miedo á los cruceros franceses é ingleses que vigilaban el Mediterráneo. Al principio ninguno había querido preocuparse de su instalación en esta tierra extraña.

Y el conflicto con los alemanes se le venía á la memoria, y casi sentía que se hubiese allanado; él hubiera muerto con gusto por el pabellon español-filipino antes de someterse al estrangero: Porque despues de todo, pensaba, con España nos unen sólidos lazos, el pasado, la historia, la religion, el idioma... ¡El idioma, , el idioma!