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te refieres á los submarinos, Tòni, á los pequeños submarinos que existían al empezar la guerra: cigarros de acero frágiles, que navegan mal á ras del agua y pueden abrirse al menor choque... Pero ahora hay algo más: hay el sumergible, que es como un submarino resguardado por un casco de barco, el cual puede marchar oculto entre dos aguas y al mismo tiempo puede navegar sobre la superficie mejor que un torpedero... no sabes de lo que son capaces los alemanes.

Tchernoff lo sabía por experiencia y no necesitaba que los alemanes vinieran á contárselo. Pero todas las clases ilustradas de Rusia eran enemigas de la tiranía y se levantaban contra ella. ¿Dónde estaban en Alemania los intelectuales enemigos del zarismo prusiano?

Alguien que iba al frente designaba los edificios, y al penetrar por sus rotas ventanas pastillas y chorros de líquido, se producía la catástrofe de un modo fulminante. Vió surgir de un edificio en llamas dos hombres que parecían dos montones de harapos, llevados á rastras por varios alemanes.

Por curioso que sea todavía el barrio de los Judíos en Francfort, el lector me permitirá que reserve mis descripciones respecto de esa raza para el capítulo en que mas tarde hablaré de Praga, porque es en esta ciudad donde he creido hallar mejor caracterizadas las costumbres de los judíos alemanes.

Rastadt ha sido posteriormente teatro del antagonismo que suele estallar entre las guarniciones de varios Estados alemanes, sobre todo entre las del norte y del mediodía, antagonismo que revela en parte las contradicciones y la debilidad de la Confederacion.

Lo primero que notó Ferragut fué la visible disminución de los refugiados alemanes. Meses antes los había encontrado en todas partes, llenando los hoteles, apoderándose de los cafés, ostentando en las calles sus sombreros verdes y sus camisas de cuello abierto, que les hacían ser reconocidos inmediatamente.

El hotel Weber, cuyo nombre es una poética reminiscencia de las obras de uno de los mas simpáticos artistas alemanes, tiene una situacion muy feliz para el viajero que desea admirar ese magnífico rasgo de la poesía suprema de la naturaleza.

Hullin, que acababa de llegar con Lagarmitte, gritaba alegremente: ¡Bien, amigos míos! ¡Ya habéis entrado en fuego! ¡Mil demonios! ¡Esto marcha! Los alemanes no estarán muy orgullosos de la jornada. Luego besó a Luisa y corrió a ver a la señora Lefèvre. ¿Está usted satisfecha, Catalina? ¡No van mal nuestros asuntos! Pero ¿qué le sucede? ¿Usted no se alegra?

La sangre de los abuelos criollos despertaba en sus venas... Su hijo mayor era más equilibrado; pero en cuanto a carácter, allá se iba con el otro. ¡Gente interesante y temible!... Nélida y él eran más tranquilos, más alemanes, de genio siempre igual.

¡Simpático comandante!... Era el primer hombre dulce y humano que encontraba en el infierno de la invasión. «En todas partes hay buenas personas», se dijo. Deseó que no se moviese del castillo. Si habían de continuar allí los alemanes, mejor era tenerle á él que á otros. Un ordenanza vino á llamar á don Marcelo de parte de Su Excelencia.