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Los extractos de Linguet traducidos al alemán en Brunswik, fueron explotados con frecuencia por los escritores dramáticos alemanes, y tal es el origen de Amtmann Graumann und die Soldaten, de Schröder, de El alcalde de Zalamea, teniendo el mismo origen, ó de Collot d'Herbois, las Begebenheinten auf dem Marsch, de Stephani.

Un día, el francés se acercó con cierto misterio. «Elena tiene un hijo, y le llaman Julio como á usted.» Y , grandísimo inútil gritó el estanciero , y la vaca floja de tu mujer vivís tranquilamente, sin darme un nieto... ¡Ah, gabacho! Por eso los alemanes acabarán montándose sobre vosotros. Ya ves: ese bandido tiene un hijo, y , después de cuatro años de matrimonio... nada.

Tales son los objetos accesorios de este trabajo, como el inmediato, el ampliar la historia general de la literatura, y tal es también mi deseo de que aproveche á los poetas alemanes para adquirir nuevas ideas y nuevos materiales, y facilite á los empresarios de teatros conocer las inmensas riquezas que el teatro español atesora.

Lo mismo hizo el de Bélgica... Pero conocemos sus astucias y sabremos castigarlas. El pueblo iba á ser incendiado. Había que vengar los cuatro cadáveres alemanes que estaban tendidos en las afueras de Villeblanche, cerca de la barricada. El alcalde, el cura, los principales vecinos, todos fusilados. Visitaban en aquel momento el último piso.

Allá donde tantos brutos se hicieron ricos decía , yo sólo conocí una pobreza igual á la de mi patria... Cuando estalló esta guerra me indigné, como muchos, de la conducta de los alemanes, de sus atrocidades en los países invadidos. Estaba entonces en Madrid. Una noche, varios contertulios de café convinimos en ir á pelear por Francia. El que se hiciese atrás pagaría diez duros.

Catalina se sentó, sin hacer ruido, en el sillón situado a la izquierda de Hullin, el cual, pasados breves instantes, continuó con mayor reposo: Entre once y doce de la noche, Zimmer llegó diciendo: «¡Estamos rodeados! ¡Los alemanes bajan del Grosmann! Labarbe ha muerto.

A media legua de Chambery, capital de la Saboya , empiezan á verse las magníficas y numerosas casas de campo que la aristocracia de Saboya y los ingleses y alemanes que viajan han levantado en su derredor. Es un delicioso sitio de recreo en los meses de verano, con la agradabilísima vecindad de los Alpes, el pintoresco Chamouny, el Monte Blanco, el hospicio de San Bernardo, y los Glaciers.

, Catalina. ¿Quién hubiera nunca pensado que los alemanes entrarían por allí? ¡Un desfiladero casi impracticable para los peatones, encajado entre rocas cortadas a pico, en el que hasta los pastores a duras penas pueden bajar con sus rebaños de cabras!

Por la mañana preparan los baños y limpian las escupideras; antes del almuerzo tocan instrumentos de metal; por la noche instrumentos de cuerda; y todo lo hacen gratis, pues no cuentan con otra remuneración que las propinas de los pasajeros. ¡Cualquiera se mete en concurrencia con estas gentes!... Pero ¿por que se entusiasman tanto los alemanes, Fernando? ¿Qué dice ahora el amigo Neptuno?

Yo simbolizaría esta especie de sentimentalismo sin piedad que constituye su espíritu en una de sus últimas invenciones de guerra: los gases lacrimantes. Terminada la guerra no hemos resuelto nada. Nos esperan catástrofes, revoluciones, guerras, asolamientos y fieros males. ¿Lo ve usted? me dice un germanófilo . Si los alemanes hubiesen ganado, no ocurriría nada de esto.