United States or Guam ? Vote for the TOP Country of the Week !


Parecía registrar la casa; se asomaba a las fétidas alcobas, daba vueltas sobre un tacón, palpaba las paredes, miraba debajo de las sillas, revolviendo los ojos con fiereza y haciendo unos aspavientos que harían reír grandemente si la compasión no lo impidiera. La vecindad, que se divertía mucho con el dengue del buen ido, empezó a congregarse en el corredor.

Las paredes estaban estucadas, como las de nuestras alcobas, porque este es un género de decoración barato en Madrid y sumamente favorable a la limpieza. En el fondo estaba el altar, que era, ya se sabe, blanco y oro, de un estilo tan visto y tan determinado, que parece que viene en los figurines.

Los pisos ostensibles ó visibles se componen de una multitud de cuartos ó alcobas de lamentable desnudez, sin aire, luz ni fuego, amontonados en desórden, y á donde los miserables inquilinos trepan por andamios medrosos que no merecen el nombre de escaleras.

Nuestro hostelero, que era un buen hombre, mucho mejor que su hotel y sus alcobas de dormir, nos refirió algunos pormenores que nos dieron idea de la originalidad de aquellos bailes, mas parecidos á una escena de sombras chinescas que a otra cosa.

Los gabinetes daban paso a las alcobas por un intercolumnio de yeso, plagiado de las embocaduras de los teatros. No estaba mal decorada la casa, si bien dominaba en ella la heterogeneidad, gran falta de orden y simetría.

Sabes tan bien como yo que Lacante es de una familia de las más modestas y que ha conocido en su juventud la estrechez y las vulgaridades de las existencias necesitadas, la fealdad de los mueblajes de ocasión y el olorcillo de las alcobas demasiado pobladas, en las que se mezclan las emanaciones de las camas con las de la cocina.

Constaba solamente de un espacioso salón, un comedor, algunas alcobas y la cocina; pero la tenía bastante bien amueblada y circuída de un jardincito donde crecían de mala gana algunos árboles de adorno.

Sacó, por último, un precioso guardapelo, y si mucho había besado cordón y liga, más le besó y más le acarició aún, diciendo con acento tristísimo, que partía los corazones y hasta las peñas: ¡Ay guardapelo de mi señora! ¡Quién la viera ahora! A poco el Príncipe y los dos familiares se retiraron a sus alcobas, y la lavanderilla no se atrevió a seguirlos.

Estos dos gabinetes eran anchos y de bóveda, y en la pared del fondo tenían, como la sala, sendas alcobas de capacidad catedralesca, sin estuco, blanqueadas, cubiertos los pisos de estera de cordoncillo. Las tres alcobas recibían luz de la puerta y de claraboyas con reja de alambre que se abrían al gran corredor-calle de la ciudad palatina.

El comedor, en el que la abuela y yo estamos como alejadas, y el salón, en el que parecen perdidas las butacas en cuanto estamos solas en él, completan la planta baja. En el piso primero se encuentran todas las alcobas, de dimensiones más ordinarias, gracias al cuarto de tocador de que cada una está provista.