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Al arrancar la berlina, soltó al fin Margarita la risa, exclamando entre inocentes carcajadas: ¿Pero qué haría en el salón aquella chocolatera?... ¿Pues no te lo he dicho? replicó la Albornoz haciendo coro a las risas de la niña . De seguro que la manda a la kermesse como un bibelot nunca visto; verás cómo no me equivoco.

El árbol produce todo el año, viéndosele con flores y frutas al mismo tiempo; pero las nueces con que se trafica se recogen, ordinariamente, en los meses de Abril, Julio y Noviembre. Se las seca tres días seguidos al sol para conservarlas, cubriéndolas de noche del rocío, que les es dañoso.

Bonifacio miraba a su mujer con los ojos fijos, combatido por dos opuestas corrientes: un instinto ciego le decía: ¡Guarda, Pablo! ¡No te fíes, no cantes, hay trampa! Otra tendencia poderosa le hacía ver el cielo abierto y le empujaba el enternecimiento. ¿Si su mujer sería capaz de comprenderle, de comprender su amor al arte y a los artistas?

Es algo como la sensación prematura de una dicha futura que no tiene nada de terrestre, que es ilimitada, que llenará un día el vacío inmenso de mi corazón, que colmará toda la ambición de mis deseos. ¿Qué queréis ¡grandes dioses! que pida a la mujer que consienta en amarme? ¿qué podré esperar de ella? ¿El compromiso de los seres tan débiles, tan pasajeros, que no conocen, que no aprecian siquiera el instante en que gozan, que no pueden responder de la más próxima de sus emociones, que se extrañarían todos los días de mismos si todos los días adivinasen lo que les había de ocurrir al siguiente? ¿Una transacción, un contrato de algunos años o de algunos meses, que una circunstancia imprevista, los celos, el despecho, el pensamiento, puede modificar; que se altera por la duración, que se disuelve por la suerte, y que un desprecio, un capricho, una enfermedad, pueden cambiar en aversión?... ¡No! ¡no!

Ester rechazó la medicina que le presentaban, fijando al mismo tiempo con visible temor las miradas en el rostro del hombre. ¿Tratarías de vengarte en la inocente criatura? dijo en voz baja. ¡Loca mujer! respondió el médico con acento entre frío y blando. ¿Qué provecho me vendría á de hacer daño á esta pobre y bastarda criatura?

El noble mancebo es al fin inmolado; pero convencidos los sitiadores de que el gobernador de la plaza no ha de ceder ya, se alejan de los muros de Tarifa. A la escena del sacrificio del joven Guzmán sigue otra, no inferior en belleza. El padre del muerto se esfuerza en demostrar su firmeza, é intenta ocultar á su esposa lo sucedido.

Macilentos, escalofriados, somnolientos y doloridos, principiamos á ver el cómo se retiraban las sombras á sus antros y el cómo la aurora abría las puertas al día. El sol apareció en los cielos, y nos mostró entre ligeras brumas el monte Soledad, á cuya falda se asienta el pueblo de Mauban. A las ocho de la mañana llegamos á aquel.

¿Quién es? preguntaron el cura desde arriba y el ama desde abajo. ¡Casi nadie!... Su sobrino en persona, señor cura contestó Celesto. ¡Cáscaras! Me alegro... No pensé yo que sería tan puntual. Allá voy, allá voy ahora mismo... Pero ya se había adelantado la señora Rita, con su faz mórbida y pálida y la figura de perro sentado, a recibir al viajero con entusiasmo que rayaba en frenesí.

Tan á ciegas iban los golpes, que los demás muchachos se apretaban en los bancos, se encogían, escondiendo cada cual la cabeza en el hombro del vecino; y á un chiquitín, el hijo pequeño de Batiste, asustado por el estrépito de la caña, se le fué el cuerpo. Esto amansó al profesor y le hizo recobrar su perdida majestad, mientras el apaleado auditorio se tapaba las narices.

Alta es de Apolo, pero simple hazaña. Los demas de la turba defraudados Del esperado premio, repetian Los himnos de la envidia mal cantados. Todos por laureados se tenian En su imaginacion antes del trance, Y al cielo quejas de su agravio envian. Pero ciertos poetas de romance Del generoso premio hacer esperan A despecho de Febo presto alcance.