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Donde ella estaba, nadie hacía nada más que ella. Pasaba la vida ocupada en su gran pasión de tratar asuntos de los demás, de chupar golosinas ajenas, y comer fuera de casa. Allá quedaba el modesto marido, el humilde empleado del Banco, de cuerpo pequeño, de rostro de ángel envejecido, atusando el bigotillo gris y cuidando de la prole. Visitación lo exigía así.

Si el recien venido tiene desconfianza de sus predecesores, si espera poder reformar la ciencia ó profesion, y hasta variarla radicalmente, al ménos ha de reflexionar, que es prudente enterarse de lo que han dicho los otros, que es temerario el empeño de crearlo todo por solo, y es exponerse á perder mucho tiempo, el no quererse aprovechar en nada de las fatigas ajenas.

Errores de la teogonía egipcia y persa... Esto reza el epígrafe del capítulo... Pero, criatura, ¿que siempre ha de estar usted metiéndose en lo que no le importa? ¿Qué le va a usted ni qué le viene con que aquellos bárbaros, que ya se murieron hace miles de años, adoraran muchos dioses?... Es gana de meterse en vidas ajenas. ¡Que tenían los dioses por gruesas!

CIPIÓN. Sea ésta la manera, Berganza amigo: que esta noche me cuentes tu vida y los trances por donde has venido al punto en que ahora te hallas, y si mañana en la noche estuviéremos con habla, yo te contairé la mía; porque mejor será gastar el tiempo en contar las propias que en procurar saber las ajenas vidas.

Pero el teniente de corregidor convendría lo fuese del mismo pueblo de su naturaleza. El cuidado del corregidor y de las demás justicias lo habían de dirigir a que en los pueblos no hubiese nadie ocioso, que todos se ocupasen en las labores propias o ajenas, teniendo individual noticia en que se ejercitaba cada uno, y darle ocupación al que no la tuviese.

Isidora se había dejado la calderilla suelta en el bolsillo, como cosa indigna de ocupar un departamento en los pliegues de raso del portamonedas, y por la calle iba dando limosna a todos los pobres que encontraba, que no eran ciertamente pocos. Eso : corazón más blando ni que más fácilmente se enterneciera con ajenas lástimas y desdichas no existió jamás.

-No pienso -respondió Sancho- ponerle otro alguno sino el de Teresona, que le vendrá bien con su gordura y con el propio que tiene, pues se llama Teresa; y más, que, celebrándola yo en mis versos, vengo a descubrir mis castos deseos, pues no ando a buscar pan de trastrigo por las casas ajenas.

Digo, pues, que me torné a emboscar, y a buscar donde sin impedimento alguno pudiese con suspiros y lágrimas rogar al cielo se duela de mi desventura y me industria y favor para salir della, o para dejar la vida entre estas soledades, sin que quede memoria desta triste, que tan sin culpa suya habrá dado materia para que de ella se hable y murmure en la suya y en las ajenas tierras

Me dan vergüenza las palabras que acaban de ser pronunciadas. Cuadrarían en boca de un bandido romano que roba las mujeres ajenas. Proserpinita... MARCIO. ¿Queréis no fastidiarnos más con vuestra Proserpina? Se trata aquí de una cuestión de principios... Veo, señores, que la espantosa pérdida ha eclipsado vuestra memoria, y voy a refrescar vuestros recuerdos.

Creo que esas circunstancias ajenas a su voluntad son el consentimiento de Luciana, y lo creo más al ver que me dejó para ir a afilar los lápices a aquella linda persona, que estaba dibujando, y que los dos se pusieron a hablar en voz baja de cosas indiferentes, pero en ese tono confidencial que indicaba claramente que sólo esperaban que yo me fuese para cambiar de asunto.