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Suele ser fácil decir lo que una cosa no es, pero no suele serlo tanto el decir lo que es; y conviene que á los sostenedores de las buenas doctrinas no se nos pueda hacer el cargo de que impugnamos las ajenas y no cuidamos de exponer las propias.

Son innecesarias las explicaciones... Lo que a me molesta es lo otro: que digan que el libro no es mío; que supongan a un hombre de mi altura capaz de adornarse con plumas ajenas.

A lo que respondió don Quijote: -Caballero soy, y de la profesión que decís; y, aunque en mi alma tienen su propio asiento las tristezas, las desgracias y las desventuras, no por eso se ha ahuyentado della la compasión que tengo de las ajenas desdichas.

Había caído en dos ocasiones: la primera, por manipulaciones de un socio desordenado; la segunda, por manejos de un corredor desleal, y en ambas tuvo que responder con su capital y sus ahorros de la impericia y de la mala fe ajenas. ¡Horas más amargas, no las recordaba en su vida!

D. Alonso no me hizo caso, y aun creo, si la memoria no me es infiel, que sin abandonar su actitud pronunció palabras tan ajenas a la situación como éstas: «¡Oh! Cómo se va a reír Paca cuando yo vuelva a casa después de esta gran derrota. ¡Señor, que el barco se va a piqueexclamé de nuevo, no ya pintando el peligro, sino suplicando con gestos y voces.

mismo eras el mostrenco más zafio que he conocido en toda mi vida, pero en la semana que llevas conmigo has hecho ya dos ó tres juegos de palabras muy pasables y esta mañana un comentario asaz agudo, que yo no tendría inconveniente en aceptar por mío. Como lo harás á la primera oportunidad, socarrón, para pavonearte con plumas ajenas. Pero decidme, amigo, ¿sois estudiante?

-Juzgue vuesa merced, señor, de sus caballerías -respondió Sancho-, y no se meta en juzgar de los temores o valentías ajenas, que tan gentil temeroso soy yo de Dios como cada hijo de vecino; y déjeme vuestra merced despabilar esta espuma, que lo demás todas son palabras ociosas, de que nos han de pedir cuenta en la otra vida.

Reñimos en entrando al huésped: "¿Es posible que no he de ser yo poderoso para que barra esa moza? Perdone vuestra merced, que han comido aquí unos amigos, y estos criados...." etc. Quien no nos conoce, cree que es así, y pasa por convite. Pues ¿qué diré del modo de comer en casas ajenas?

Usted es el único que no se reirá de ; usted comprende mi desgracia y me compadece. D. José... que se le quiten esas cosas de la cabeza le dijo el otro, oficiando de hombre sesudo y razonable. Porque somos esclavos de las acciones ajenas, y las nuestras no son la norma de nuestra vida. Así es el mundo.

De mis viñas vengo, no nada; no soy amigo de saber vidas ajenas; que el que compra y miente, en su bolsa lo siente. Cuanto más, que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; mas que lo fuesen, ¿qué me va a ? Y muchos piensan que hay tocinos y no hay estacas. Mas, ¿quién puede poner puertas al campo? Cuanto más, que de Dios dijeron.