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Ya sobre la pista, don Pedro siguió acechando, a fuer de cazador experto. Nucha no debía tener ningún adorador entre la multitud de estudiantes y vagos que acudían al paseo, o si lo tenía, no le hacía caso, pues caminaba seria e indiferente. En público, Nucha parecía revestirse de gravedad ajena a sus años. Respecto a Manolita, no perdía ripio coqueteando con el señorito de la Formoseda.

¡Basta, hijos míos! Pepe, no te irrites interrumpió don José con acento débil no volverá, yo la suplicaré que no vaya... y preparadme la cena, que tengo mucha necesidad. Cenaron en silencio y Pepe acostó a su padre, sin querer ajena ayuda ni cruzar con nadie la palabra: después se recogieron doña Manuela y Leocadia.

Rato hacía que Roger contemplaba con interés y no sin alguna alarma el rostro de la noble esposa de Duguesclín, que hundida en su sillón parecía últimamente ajena á cuanto en torno suyo se decía, brillantes los ojos, fija la mirada y empalidecidas las mejillas. Notó Roger que Duguesclín observaba también á su esposa, inquieto y trémulo. ¿Qué tenéis, esposa mía? le preguntó.

»¡Cuán egoísta soy! ¡Empeñarme en verme acompañado en mi tristeza, siendo así que no comparto la tristeza ajena! »Por fin he llegado a recorrer con mi vista las columnas de esos periódicos que me causaban enojo y hoy los leo con cierta curiosidad... »¿Sabe usted que casi hace ya tres meses que falto de París? ¡Con qué rapidez transcurre el tiempo lo mismo para el dolor que para el gozo!... ¡Ah!

Finalmente, en alguno de los incendios de Palacio, debió de desaparecer uno ecuestre que hizo al Rey, el cual expuso al público, y habiéndole censurado el caballo, enfadándose por la ignorancia ajena o modestamente convencido del error propio, lo borró.

Lo había olvidado totalmente y ahora su presencia hacía en el efecto de un reproche. Dame tiempo para reflexionar, espera hasta mañana dije enderezándome. Sentía en el vago presentimiento de que mi residencia en esa casa no sería de larga duración: habría sido demasiada dicha para , pobre infeliz a quien un destino despiadado condenaba a vivir en casa ajena.

Se ha dicho que "ser el mejor entre los presentes es la manera más segura de empeorar", y, en efecto, el individuo se encuentra entonces en la situación de un cuerpo de elevada temperatura en medio de otros que la tienen baja. Cediéndole calor o cultura, y no recibiendo de ellos sino lo inverso, el enfriamiento o la incultura, no hace más que levantar la ajena, si acaso, y rebajar la propia.

Había instantes en que experimentaba tristeza mirándose convertido en agente de la notoriedad ajena; pero luego, considerando que así se hacía útil, quizá necesario, al dueño de la mujer amada, y que cuanto más le favoreciese más se acercaba a ella, redoblaba su actividad y hacía prodigios para aguzar el ingenio.

No estoy para eso.... ¿No ven que he vuelto a la primera edad y que tengo que comer por mano ajena? Angelina parecía haberse olvidado de ; no me dirigía la palabra, no me miraba, como temerosa de que el anciano sorprendiera nuestro amor. Charlaba alegremente, con ingenuidad de chiquilla, hacía reir al sacerdote, y no cesaba de recordarle cosas y sucesos de otro tiempo.

Muchas de ellas llevan al cinto enormes machetes "paraguayos", y su aspecto resulta entre cómico y repulsivo. El predominio sobre una de estas mujeres ha costado en distintas ocasiones derramar mucha sangre, pues los Jefes que no tienen "costilla", quieren á toda costa conseguir una "mitad", aunque ésta sea ajena. Los espías están en todas partes.