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Convida a todos los que encuentra por el camino... ¡Ah ! es un gran compañero y un bebedor insigne «el diablo de Juan

Cantáis... no cómo deciros... exclamó Montiño como un ruiseñor es poco, y como un ángel... lo ha dicho todo el mundo. ¡Gracias! ¿Creéis que gustaré esta tarde? Si los del patio sienten lo que yo he sentido... ¡Ah! Habéis cantado como el amor... y esos ojos que cantáis, son vuestros ojos. ¿Sabéis que tarda demasiado don Francisco? Mejor; de ese modo no estorba.

Al oir ese ruido el vigilante apareció en la puerta y viendo á Tragomer sentado con el preso, que lloraba á lágrima viva, dijo: ¡Ah! ¿Está contando su historia y eso le conmueve?

; pero he vuelto, hija mía. Tengo que hablar con usted. ELECTRA. Por Dios, ¿qué es? Electra, yo conocí a su madre de usted. ELECTRA. ¡Ah! Mi madre fue muy desgraciada. CUESTA. ¿Qué entiende usted por desgraciada? ELECTRA. Pues... que vivió entre personas malas que no le permitían ser tan buena como ella quería. CUESTA. ¡Oh!

Cualquiera menos usted contestó con insolencia el heredero . ¡Vaya un maestro, que no sabe enseñar sino mentecatadas y simplezas! ¡Jesús! Diego, mira lo que hablas... dijo D.ª María, conteniendo con grandes esfuerzos los gestos amenazadores, natural expresión de su ira. Don Paco se llevó el pañuelo a los ojos para enjugar una lágrima. Inés a todo atendía discretamente y sin hablar. ¡Ah!

¿Quién va? dijo con un acento breve, descuidado y ligeramente sarcástico; esto es: con un acento que parecía estar acostumbrado de tal modo á expresar el sarcasmo, que le dejaba notar hasta en la frase más indiferente. ¡Ah! ¡Dios mío! ¿si será? ¡pero no! ¡no puede ser! ¡si estaba preso! ¿Quién va? añadió con interés la condesa.

El estremecimiento y el ruido dejaron a Bou parado y sin aliento, los vidrios estallaron en pedazos mil, la puerta de la casa saltó del quicio, y el vecindario, alarmadísimo, salía gritando a la calle con pánico horrible... ¡Ah pillete aristócrata! dijo Bou serenándose al comprender lo que era . ¡Si te cojo!...».

Después... no pude, no me atreví a correr el riesgo de perderte antes... ¡antes de que llegase el momento en que por fuerza había de perderte! Adorada mía, ¿sabes que por ti pensé dejar al Rey abandonado a su suerte? ¡Lo , lo ! Y ahora...¿qué vamos a hacer ahora, Rodolfo? La atraje hacia , y abrazándola la dije: Voy a partir esta noche! ¡Ah, no, no! exclamó. ¡No esta noche!

Y, además, ¿no hay algo inmensamente sagrado entre las relaciones de esta madre y de esta niña? ¡Ah! ¿cómo es eso, buen Sr. Dimmesdale? interrumpió el Gobernador, os ruego que aclaréis este punto.

Sobre todo, algunos de ellos eran habilísimos para formar un enredo, haciendo previamente tontos a todos los personajes por medio de una serie de equivocaciones chistosísimas, hasta que al final uno de ellos, iluminado súbitamente, exclamaba: «¡Ah! ¿Conque usted no es el guarda de consumos, sino el arcipreste de...? ¿Y usted no es el padre, sino el nieto de mi amigo Pérez?... ¡Ahora lo comprendo todo