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Para oir en una hora, en un momento, la voz de una mujer, de una hermana, de una madre: mira que no tenemos que comer; mira que no podemos pagar al casero; mira que es necesario abandonar esos papeles indigestos, y buscar recursos, tal vez pedir, quizá sufrir la afrenta de quien vale menos, porque sirve menos, porque está mucho más distante de los altos fines que la vida humana tiene que cumplir en el mundo.

Dios venga en mi ayuda exclamó huecamente Congosto y que este brazo, pronto a defender la justicia y a vengar un vergonzoso ultraje, sea más fuerte que el del Cid... ¿Lord Gray, reconoce usted su error y se dispone a reparar la afrenta que ha causado? El Sr. ¡Pues sea! dijo D Pedro sacando la espada y a quien Dios se la ...

34 La justicia engrandece un pueblo; mas el pecado es afrenta de las naciones. 1 La respuesta suave quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor. 2 La lengua de los sabios adornará la sabiduría; mas la boca de los locos hablará locura. 3 Los ojos del SE

Ante un cuadro tan espantable, desapareció al momento la afrenta que había recibido y se la perdonó de todo corazón. «Después de todo, se decía, yo no tengo ningún derecho sobre ella. Si se ha enamorado de otro, debo sufrirlo con resignación como una desgracia. Sólo un corazón pequeño es capaz de hacer lo que yo hice.

Dejadme buscar en mi zurrón un ungüento que llevo y que os será de mucho alivio. No, una sola cosa puede calmar el dolor y lavar la afrenta, y esa el tiempo quizás me la depare. Ahí tenéis vuestro camino, el atajo que pasa entre aquel matorral y el árbol con la rama tronchada.

El botón de nácar, al cual se adhería un jirón de tela y que se había quedado en el ojal, era lo único que indicaba que, antes de dormirse, la joven había debido ser presa de una violenta agitación. Duermes, tesoro mío, dime que duermes, dijo la señora Hellinger sollozando. Dime que no has hecho semejante afrenta a tu tía, a tu querida tía que te ha criado y cuidado como a su propia hija.

18 Y los perseguiré con espada, con hambre y con pestilencia; y los daré por escarnio a todos los reinos de la tierra, por maldición y por espanto, y por silbo y por afrenta a todos los gentiles a los cuales los arrojé;

Valientes Numantinos, haced cuenta Que yo soy algun perfido Romano, Y vengad en mi pecho vuestra afrenta, Ensangrentando en él la espada y mano. Arroja la una espada de la mano.

Costáronme veinte y cinco ó treinta reales: eran más para ver que cuantos tiene el Rey, pues por éstos se veía de puro rotos y por esotros no se verá nada. Sucedióme un día la mejor cosa del mundo, que aunque es en mi afrenta la he de contar. Yo me recogía en mi posada el día que escribía Comedia al desván, y allí me estaba, y allí comía.

Dos gruesas y amargas lágrimas rodaron por sus mejillas. Te ha perdonado dijo el P. Jacinto. ¡Ah, padre!... yo no me perdono... Me sería menos insufrible en la memoria el recuerdo de una afrenta no vengada... de una vileza en que yo hubiese incurrido... de una mancha en mi honor... En cualquiera otro caso me sería más fácil conciliarme conmigo mismo. Aunque Dios me perdone... yo no me perdono.