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Bueno; pues yo pondré las cosas en claro. Te advierto una cosa. No pensaba formalizar aún la cuestión por... por falta de cuartos; pero puesto que han venido rodadas las cosas, conste que tu padre y podéis considerarme, si queréis, como de la casa; ¿entiendes? Y tendió a Pepe la mano, que él estrechó cariñosamente. Ya lo sabéis, como acostumbran los títulos: os pido la mano...

Oigo el roce de las plumas, el ahuecamiento del plumón con el viento fuerte, y hasta el crujido de la minúscula osamenta, rendida de cansancio. Después, nada. La noche, las profundas tinieblas, siguiendo a la escasa claridad del día, que sobre las aguas ha quedado retrasada. De repente advierto un estremecimiento, una especie de molestia nerviosa, como si hubiese alguien detrás de .

Para nosotras, lo mismo que para los militares, la guerra es una ocasión de sacrificio y de actividad. ¡Dios me libre de desearla! La creo fatal y quiero preparar un equipo de mujeres superiores, que suplirán a los hombres de ciencia. ¡Ah! Le advierto que no quiero enfermeras demasiado elegantes. ¡Nada de rojo en los labios, ni de pintura, ni de vestidos de carnaval, ni de perfumes...!

¡Bueno! dentro de diez días solamente, pero te advierto que entonces me instalo en Longueval para no salir más de allí. En primer lugar, con esto daré gusto a mamá, que aunque todavía está un poco fastidiada con las americanas, y dice que buscará medio de no encontrarlas nunca, ¡yo la conozco bien a mamá!

No podía hacerlo de otro modo, aunque sólo fuera por buena educación. , por eso contestó Freya sencillamente . Adiviné que me esperaba para hacerse el encontradizo, y no quise entrar en el comedor... Le advierto que siempre haré lo mismo. Ulises lanzó un «¡ahde asombro... Ninguna mujer le había hablado con tanta franqueza.

Yo no puedo ofenderme de lo que me da risa. ¿Y qué os da risa en esto? El secreto que gastáis... como si no supiéramos que en palacio es muy fácil tener amores altos. Como es muy difícil que vos dejéis de ser una deslenguada. Os advierto, hermano bufón, que si mi esposo os oye, que pudiera ser, os cortará una oreja. ¡Bah! ¡el escuderote!

Estos salvajes del continente australiano están toda la vida luchando con el hambre, y pasan por larguísimos ayunos. Pero ¿no se producen en Australia frutales? Sólo árboles de goma. Y te advierto que, cultivadas, todas las plantas de Europa dan aquí fabulosas cosechas; sólo que estos salvajes desprecian la agricultura y sólo viven de la caza. ¿Y abundan los cuadrúpedos y las aves?

Te advierto, no obstante, que no puede hacerle ni le hará mi ciencia sin tu auxilio. En la producción del milagro, por tanto o por más que mi ciencia han de entrar y han de ser parte tu fe, tu plena confianza en , tu firme decisión y tu brío. He de poner a prueba tu valor. Veremos si desfalleces.

Ni una palabra más insistió el doctor . Le advierto que anoche casi demolió usted en la obscuridad una de nuestras máquinas voladoras al dar un zarpazo en el aire. Faltó poco para que cayese al suelo desde una altura enorme, matándose sus tripulantes. Después de esto, reconocerá que nuestro gobierno obra prudentemente al no tratarle con una confianza ciega.

Permitidme, hermanos, que un momento me haga caballero andante para salir en defensa del desvalido, de las santas corporaciones que nos educaron, confirmando una vez más la idea complementaria del adagio, tripa llena alaba á Dios, cual es, tripa hambrienta alabará á los frailes.» ¡Bravo, bravo! Oye, dijo Isagani seriamente; te advierto que tratándose de frailes, respeto á uno.