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Ese cuadro que miro y que venero, ese cuadro imponente y terrible, esa elocuencia fervorosa, esa poesía adorable, esa pintura inmóvil y solemne, esa íntima voz del alma que hace latir mi pecho, es un entierro, una limosna, una caridad, unas exequias. El pintor llora sobre aquel rostro mústio, sobre aquella carne amoratada, sobre aquel corazon helado.

La misericordia y la simpatía me fueron metiendo a Carmen en el corazón; luego ella, con una adorable ingenuidad, hizo el resto, y llegué a sentirme apasionado por mi prima..., porque es mi prima, se lo he conocido en lo ardiente de la mirada, ¿sabes? Salvador dijo que con la cabeza. Y Fernando interrumpió su relato para interrogar: ¿No estaríamos mejor en el salón de fumar?

Un gabinete colgado de seda azul con botones de oro precedía a la alcoba de la joven desposada. En él se detuvo al regreso de la iglesia, tiró su albornoz, descubrió la adorable cabeza y se dejó caer en un sillón cual si se sintiese cansada y aburrida de las ceremonias del casamiento; entretanto su marido se calentaba los pies junto a la chimenea.

Este gran silencio del campo, después del inmenso bullicio de París, ¡es adorable! Quedémonos ahí, sin decir nada. Miremos el cielo, la luna y las estrellas. Los cuatro, con sumo placer, ejecutaron este pequeño programa.

Mauricio vió en un momento la composición de un cuadro y prolongando su sensación artística, examinó á su gracioso modelo, detallando su fino cuerpo, sus hombros redondos, su cabeza orlada de cabellos rubios que un rayo de sol hacía brillar como un nimbo de virgen. El pintor pensó: "Es bonita como un ángel y tímida y adorable en su cortedad.

El sol metía sus rayos por debajo de la capota; el ambiente parecía impregnado de fuego, y el obligado contacto dentro del carruaje comenzaba a comunicarle el suave y voluptuoso calor de aquel cuerpo adorable... ¡Qué desgracia que aquella mujer tan hermosa fuese Ernestina! Era una mujer nueva. Experimentaba junto a ella impresiones sólo sentidas en su época de noviazgo.

Ahí quedaban: la tumba de mi padre, las tradiciones de familia, la ceniza del hogar, las dulces memorias, los caprichos y los locos amores de la juventud, los amigos, la fortuna, la libertad, el aire, el cielo, los mil rumores vagos y confusos, y todo ese adorable conjunto de impresiones y sueños, de pesares y recuerdos, de infortunios y dichas, que se llama la Patria!... Todo eso quedaba atras, como sepultado en un panteon cuya portada era Honda! ¿Y adelante?... Lo vago y desconocido, lo infinito y maravilloso; eso que el corazón acaricia en sus sueños de esperanza, y que la duda cubre con sus sombras cuando el viajero se dice: ¡quién sabe!

Ella, con su sencillez columbina, no reparaba en esto, y se apresuró a preguntar con ingenuidad adorable: ¿Hiciste mi encargo? ¿Qué encargo?... ¡Pues me gusta!... ¿No te dije que fueses a ver a Jacobo Téllez?... ¿A Jacobo Téllez?... ¿Y quién es Jacobo Téllez? Pues, hombre, Jacobo Sabadell, el marido de mi prima Elvira. ¡Ah, ya!... Si yo creía que se llamaba Benito...

No; porque ha servido para demostrar que no podías olvidarme. ¡Eres un insolente! Y eres adorable. Clementina se había avalanzado hacia él con la cara descompuesta, los ojos inflamados y la mano amenazadora. Fortunato permanecía impasible y sonriente. La solterona le miró un instante con extravío, preguntándose si no era juguete de una pesadilla.

Contemplándola, pensaba Jaime que aquella muchacha, en otro ambiente, podía haber sido una criatura adorable.