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Y todo esto era porque acababa de conocer á miss Margaret Haynes, una persona primaveral, cuyos diez y nueve años, alegres y graciosos, se desbordaban en risas, palabras musicales y gestos encantadores. Gillespie olvidó de golpe todo su pasado al hablar con esta adorable criatura. Creyó que su vida anterior había sido un ensueño.

En resumen, procuró al principio el vizconde consolarla, sin alcanzar su objeto; muy admirado de su previsto fracaso, acabó por aceptar francamente su situación, ese hombre de mundo, contentándose con esa especie de reservada amistad que le ofrecía su adorable cónyuge. Desde ese día, continuaron tratándose bajo el pie del confiado compañerismo, fácil, y no exento de cierta ironía.

Pensó confusamente, en aquel momento, lo mismo que todos los personajes simples de la Presa que corrían enloquecidos detrás de la Torrebianca: «Esta es la verdadera mujer. Sólo merecen admiración las hembras que han conocido la vida eleganteVagaron las manos de él sobre los relieves del cuerpo adorable, intentando libertarlos del encierro de las ropas...

Levantaba los hombros, sonreía con una expresión de cansancio, le pareció más agradable su camarote sin otra presencia que la suya... ¡Muchacha loca, adorable por una hora e insufrible por toda una noche!... Reía francamente al recordar las extrañas proposiciones de Nélida. ¡A Berlín él!... ¿Qué se le había perdido allá?... Y todo porque la niña le tenía miedo al hermano medio salvaje.

»Tuvimos un grave disgusto: el lindo perrito de la buena señora Tagarief, la esposa de nuestro querido secretario, el adorable «Tú-Tú» desapareció en la mañana del quince. Hizo la policía averiguaciones urgentes, mas «Tú-Tú» no ha parecido, y nuestro sentimiento es mayor cuanto es sabido que el populacho de Pekín aprecia extraordinariamente estos perritos, guisados en caldo de azúcar.

Aquella actitud podía significar muchas cosas, pero yo quise ver en ella tan sólo un acto ingenuo de condescendencia y de bondad que aun me la presentó más adorable y me desconcertó para todo el resto de la velada. Ella conservó cierto encogimiento por espacio de algunos minutos. La conocía yo demasiado para poder equivocarme.

Y ¿cómo no, si era el yerno del dios de la mar y el marido de la adorable Princesa? Allí vivieron dichosos más de tres años, paseando todos los días por entre aquellos árboles con hojas de esmeraldas y frutas de rubíes. Pero una mañana dijo Urashima a su mujer: Muy contento y satisfecho estoy aquí.

Desde que Lacante es de la Academia, la Marquesa se ha vuelto de una intolerancia feroz para los otros escritores, y su celosa amistad no reconoce el mérito de ninguno. Ni siquiera Loti encuentra gracia con este adorable Bamountcho. Los extranjeros le parecen de una rivalidad menos próxima y son tratados menos severamente. D'Annunzio no sale mal librado.

PANTOJA. ¡Pero esa loquilla...! Véala usted correteando con los chicos del portero, con los niños de Máximo y con otros de la vecindad. Cuando la dejan explayarse en las travesuras infantiles, está Electra en sus glorias. CUESTA. ¡Adorable muñeca! Quiera Dios hacer de ella una mujer de mérito.

Porque la limpidez de su cutis, la franqueza de su pasión de chica que surgía con adorable libertad de sus ojos brillantes, eran, ya no prueba de pureza, sino de escalón de noble gozo por el que Nébel ascendía triunfal a arrancar de una manotada a la planta podrida la flor que pedía por él. Esta convicción era tan intensa, que Nébel jamás la había besado.