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Haciendo estaría yo el papel de bobo, si no me hubiese deparado la suerte un auxiliar poderosísimo. Es éste la chacha Ramoncica, vieja y lejana parienta de D. Gregorio, que vive en su casa, como ama de llaves, que ha criado a Isabelita y la adora, y que no puede sufrir a doña Juana, así porque maltrata y tiraniza a su niña, como porque a ella le ha quitado el mangoneo que antes tenía.

Algunas veces espigamos fuera de los jardines académicos, bien puedo contaros esta historia: »Conozco a una señora joven que está al día, ya lo creo, muy al día, y que es muy golosa de las producciones intelectuales, por más que es mundana, y aunque virtuosa, adora la literatura que no lo es.

Yo soy un hombre que adora los ideales, que no vive sólo de la vil materia. Yo desprecio la vil materia, yo desprenderme del frágil barro... Entiendo, entiendo... Siga usted. Digo que en mi espíritu vive la imagen de aquella mujer... y la veo como un ser real, como un ente... no puedo explicarlo... como un ente, no figurado, sino tangible y... ¡Oh! ... lo comprendo. Lo mismo me pasa a .

A veces parece querer zaherir aquello que adora; pero en realidad no hace más que mofarse de lo que es realmente pedantesco. Entonces no; sus burlas no perdonaban ni la verdad misma, ni la ciencia adorada.

No puedo serlo; jamás, nunca lo fui... tengo un amante que me adora sin fin, y yo le adoro, que no puedo olvidar sólo un instante. Y con eternos vínculos el crimen a su suerte me unió... nudo funesto, nudo de maldición que allá en su trono enojado maldice un Dios terrible. LEONOR y MANRIQUE LEONOR. ¡Manrique! ¿Eres ? MANRIQUE. , Leonor querida. LEONOR. ¿Qué tienes? MANRIQUE. Yo no ...

Acérquese usted, granuja, arrime usted una silla y venga usted a pedir perdón a Elena de haberla escandalizado hace un momento. Elena nada había hablado a la condesa de las opiniones de Núñez. Siento mucho que no le parezcan bien y si hubiera sabido su disconformidad me guardaría de emitirlas. Debiera usted suponerlo, malvado, porque Elena adora a su marido. Volvemos a lo mismo, condesa.

En Santa Genoveva reina Soufflot: el puritanismo aleman. En la Basílica de San Pedro, reina Miguel Angel: la magnificencia italiana. En Santa Genoveva se admira al hombre. En el Vaticano se admira á Dios. En la catedral de Sevilla y de Toledo, se le adora. Childerico dió a la primera iglesia la denominacion de San Pedro y San Pablo.

Adora á Dios sin que en sus ideas religiosas entre para nada tratar de profundizar ninguno de sus misterios, llevándole su misma ignorancia al fatalismo que predomina en la generalidad de los indios. Á la muerte la llaman la raya-negra, y poco ó nada hacen para contrarestar ese negro surco de sus creencias, tan luego anuncia una de sus muchas abusiones que la muerte ha de entrar en una casa.

Aunque te adora, aunque ha creído siempre en tu amor, opina en general poco favorablemente de las mujeres; cree que el lujo, la brillantez, la elegancia y la alta posición nos deslumbran. Y no cree mal. A me han deslumbrado, no para dejar de amar a Braulio y amar a otro, sino para complacerme en otro amor sin pagarle. Mira, hermana, no es tiempo de recriminaciones.

Siéntese más que segura, muy valiente: está familiarizada con el mar, con las olas, y afirma que va á nadar: «quiere domar el marAmbición un tanto elevada. Primero vese postergada por su hijo, algo más listo y atrevido que su madre. Creyéndose sostenida, nada; en otro caso tiene miedo y se va al fondo. Ahora se resarcirá á fuerza de baños, pues hase enamorado del mar, lo adora.