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Admirábanse al mismo tiempo, de que aquel manejo tan significativo pasara inapercibido para aquel que tenía más interés en comprenderlo, es decir, para el barón de Maurescamp, que, sin embargo, había dado pruebas de susceptibilidad conyugal. Y tanto más se admiraban, cuanto que Juana ponía muy poco empeño en disimular; más bien era imprudente.

, ciertamente. Miss Harvey y su padre eran de los que más admiraban á usted, dijo Sorege, aunque no fuera más que á título de compatriotas. Pero no me refería precisamente á ellos, sino á dos antiguos conocidos; Cristián de Tragomer y Marenval. Las facciones de la cantante adquirieron gran dureza.

En cambio, con las que sabía que la querían y la admiraban gustaba de aparecer desabrida para que no la tuviesen en mejor concepto del que merecía.

Por último, el comandante Meunier, alegando la debilidad de la guarnición, rehusó al principio el socorro que se le pedía, y sólo ante la porfiada excitación de los vecinos de la ciudad consintió en destacar dos compañías. Los guerrilleros, al oír este relato, admiraban el valor de Marcos y su perseverancia en los peligros.

Sus saltos fueron acogidos con un murmullo de aplauso. Todos le admiraban, con esa cobardía colectiva de la multitud temerosa.

Los simples aficionados que no salían de la ciudad admiraban su pericia de criador de reses bravas. ¡Lo que sabía aquel hombre!... Mostrábase convencido de la grandeza de sus funciones al hablar de los cuidados que exigen los toros. De cada diez becerros, ocho o nueve eran destinados a la carne, luego de tentarlos para apreciar su fiereza.

No se admiraban de ver cautivos libres, ni moros cautivos, porque toda la gente de aquella costa está hecha a ver a los unos y a los otros; pero admirábanse de la hermosura de Zoraida, la cual en aquel instante y sazón estaba en su punto, ansí con el cansancio del camino como con la alegría de verse ya en tierra de cristianos, sin sobresalto de perderse; y esto le había sacado al rostro tales colores que, si no es que la afición entonces me engañaba, osaré decir que más hermosa criatura no había en el mundo; a lo menos, que yo la hubiese visto.

Las «soldaderas» hablaban de ella como de una gloria de su sexo, colocándola al nivel de los jefes más célebres de la revolución. Los hombres, por galantería instintiva, admiraban su hazañas, exagerándolas, como si nadie pudiese igualarlas. Todo el ejército repitió lo mismo al hablar de los esposos Martínez. «

En el fondo estaba el altar, y en su parte baja, detrás de un vidrio, admiraban los devotos un verdadero interior de museo de figuras de cera. San Ignacio tendido en una colchoneta leía un libro, vestido con gregüescos y capotillo de vueltas de velludo como un galán del teatro clásico. Una batería oculta de luces eléctricas iluminaba esta exhibición de feria.

Existía una dichosa compenetración de lo espiritual en lo temporal; era una imagen aproximada de lo que debe ser el reinado de Dios sobre la tierra. El rebaño místico se repartía, como era natural. Cada clérigo tenía sus hijas de confesión, que le obedecían y le admiraban.