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La joven replicó con dureza: ¿No es usted capaz de distinguir la verdad de la mentira? ¡No siempre! ¡Cuando otros trabajan por ocultarla!... Bueno: si usted quiere que yo crea lo que me dice, lo creeré. Pero más difícil me es comprender el tono de vanagloria con que se acusa usted a misma.

Nosotros, por nuestra parte, nos cuidaremos de enviar a la legislatura estos escritos. Una acusación calumniosa ¡"Todo fruto sazonado de esas escuelas laicas" dice el prelado refiriéndose a los crímenes y a la corrupción de costumbres que antes menciona! Una acusación de tal naturaleza debe probarse por quien acusa.

Y como la desaprobación del público, dado caso de merecerla, habría sido insoportable para el autor, desea éste manifestar que ha releído atentamente las páginas de dicha introducción, con ánimo de suprimir ó alterar todo aquello que pudiera parecer descomedido ó impropio, subsanando, en cuanto le fuera dable, las atrocidades de que se le acusa.

De todas partes se le acusa a usted de haber dejado enfriar su entusiasmo y hasta de tener miedo; usted deja a los jefes de su partido reunirse en Londres y no va a verlos, y eso lo hace usted por no moverse de Zurich, donde vive la mujer que el día de la tragedia encontramos a su lado, en una casa que no es la de usted... ¿no quiere usted que atribuyamos ese cambio a la frecuentación de esa mujer, a su amistad?

Usted me honra más de lo que merezco, pensando que me acusa, al suponer que yo he inspirado á mi hija tales ideas y tales sentimientos.

Si realmente estuvieses enfadada, harías mal en no decirme el motivo, para reparar mi falta, si por ventura la hubiese cometido. La conciencia no me acusa de nada... Te digo que no estoy enfadada: ¡no seas pesado! María pronunció estas palabras con evidente sequedad y sin apartar la vista del cantante. Ricardo la contempló otra vez largamente.

A esa carta contestó Martí con otra que es como un blando arroyo de aguas puras que llevara en su corriente la hoja de una espada. Refiriéndose a los ataques personales que se le hicieron escribió: «Y ahora señor Collazo, ¿qué le diré de mi persona? Si mi vida me defiende nada puedo alegar que me ampare más que ella. Y si mi vida me acusa, nada podré decir que la abone. Defiéndame mi vida.

Se le acusa de impuros manejos; esto ¿quién lo ignora? en el banco A tiene puestos tales fondos, y ahora va á hacer otro tanto en el banco B. En verdad que roba de una manera demasiado escandalosa, pero mire V., esto es ya tan comun...., y ademas, cuando le acusan nuestros adversarios, no es menester que uno le deje en las astas del toro. ¿No sabe V. la historia de ese hombre? pues yo le voy á contar á V. su vida y milagros ...» Y se os refieren sus aventuras, sus altos y bajos, y sus maldades ó miserias, ó necedades, y desde entónces ya no padeceis ilusiones, y juzgais en adelante con seguridad y acierto.

Se dice que usted ha bordado el estandarte para los facciosos y que ha ocultado boinas y polainas en su casa y también que ha facilitado dinero a los conjurados... El fiscal dejó de hablar. Hubo unos instantes de silencio. El general dijo con impaciencia: ¡Vamos..., conteste usted! ¿Son ciertos los hechos de que se la acusa?

Para una joven que se respeta, es tan imposible casarse con un hombre que ha cometido una acción deshonrosa, como con un criado negro ó un esclavo chino. Sorege sonrió. Entreabrió los párpados y dijo con tranquilidad perfecta: ¿De qué se me acusa? Porque se me acusa de algo, no puedo dudarlo, y para justificarme es preciso que conozca las calumnias que se han inventado contra .