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No se enojarán los hombres, si apoyándonos en el testimonio de los santos, decimos que la mujer llega al matrimonio en condiciones espirituales superiores. Y así debe ser, porque para el hombre el matrimonio es un accidente, mientras que para la mujer es el hecho fundamental de su vida.

Dejólos Orellana en la accion, y volvió en busca de los demas para persuadirlos, representándoles el laudable ejemplo de sus compañeros: esfuerzos que no bastaron á empeñarlos; y receloso de un accidente desgraciado con la proximidad de la noche, mandó tocar la retirada, que se efectuó sin mas pérdida que la de dos hombres que se despeñaron.

No se le creía absolutamente cuando afirmaba que no conocía hechizos, y que no podía hacer curas, y toda persona, hombre o mujer, que tenía un ataque o le ocurría un accidente después de haberse dirigido a él, atribuía aquella desgracia a las miradas irritadas de maese Marner.

No puede ser mero accidente orgánico el ser de un sexo o de otro, sino calidad esencial del espíritu que informa el cuerpo. Repito, no obstante, que no implica esto que se inferioridad en las mujeres, ni en el alma ni en los órganos que la sirven. Los españoles nos hemos inclinado siempre a creerlas superiores en todo.

Júzgese lo extraño de aquella aparición y de aquella escena: Paulita, tendida, con los síntomas de un grave accidente; Lázaro, demudado y confuso; gran cantidad de monedas de oro, cosa desconocida en aquella casa, derramadas con abandono por el suelo, y las dos arpías en la puerta, mirándose como dos espectros.

Los resultados, generalmente momentáneos, obtenidos con la quina en varias enfermedades en las que la intermitencia solo es un accidente, depende de la exageracion de las dósis. El valor de la quina como antiséptico, está limitado á las úlceras atónicas, á las escaras en el sacro y en casos de abundante supuracion.

Es que para ser celoso se necesitan buenos pulmones. Cayose más bien que se sentó en una silla, y su mujer y Patricia acudieron a él creyendo que le daba algún accidente. No podía hablar y se golpeaba la cabeza con los puños. Cuando su mujer se quedó sola con él sintió Rubín que aquella furibunda cólera se trocaba en un dolor cobarde.

Así, no hubo nadie entre nosotros que no se abandonase á una franca alegría en el momento en que vimos al señor de Bevallan fuera de la barca. Será preciso advertir que en este mismo momento se completaba su infortunio por un accidente verdaderamente doloroso.

Estaba antes obcecado; aquella luz no podía ser la de las ocho, eran las siete menos cuarto, aquello era el crepúsculo matutino, ahora estaba seguro.... Pero entonces ¿quién le había adelantado el despertador más de una hora? ¿Quién y para qué? Y sobre todo, ¿por qué este accidente sin importancia le llegaba tan adentro? ¿qué presentía? ¿por qué creía que iba a ponerse malo?...».

Pero ahora quiso la buena suerte que se detuvo el accidente de la locura y le dio lugar de contarlo hasta el fin; y así, llegando al paso del billete que había hallado don Fernando entre el libro de Amadís de Gaula, dijo Cardenio que le tenía bien en la memoria, y que decía desta manera: «Luscinda a Cardenio