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Había tomado el baño y retardaba el momento de recobrar su uniforme, deleitándose con el sedoso contacto de la túnica femenina, igual á sus vestiduras orientales de Berlín. Blumhardt no manifestó la más leve extrañeza ante el aspecto de su general. Erguido militarmente habló en su idioma, mientras el conde le escuchaba con aire aburrido, pasando sus dedos sobre las teclas.

¿Aburrido?... ¿por parte de quién? ¿de Ricardo?... ¿o de ? No he dicho que ustedes hagan aburrido el tema, sino que lo es en mismo. ¿Por qué? Porque hablarán todo el día y todo el mes sin arribar a nada. ¡Quién sabe!... , ché... Lorenzo tiene razón; entre un materialista y un espiritualista como ... O como ... ¿Cómo yo? ¡Como y como todos!

Al cabo, aburrido de tanta perplejidad, resolvió dejarlo en la cuadra bien cerca de la puerta para poder tomarlo al instante cuando le pluguiese. Antes de salir le dió pienso. Lucero quedó maravillado de la enorme cantidad de cebada que le echó en el pesebre. ¡Este chico se va á arruinar! Con tanta cebada había para seis veces.

Poco importa que el lugar le parezca triste; que esté aburrido de las viejas casas de madera, del fango y del polvo, del viento helado del Este y de la atmósfera social aun más helada, todo esto, y cualesquiera otras faltas que vea ó imagine ver, nada tienen que hacer con el asunto. El encanto sobrevive, y tan poderoso como si el terruño natal fuera un paraíso terrestre.

Hízolo así con éxito superior a sus esperanzas, pero su conquista le imponía la obligación de sostener indefinidamente a la víctima, y esto, pasado cierto tiempo, se iba haciendo aburrido, soso y caro. Sin variedad era él hombre perdido; lo tenía en su naturaleza y no lo podía remediar.

Contra ellos está escrito este libro, que, entre desconfiado y medroso, dejo pasar de mis manos a las tuyas. Recíbelo, no como novela que mueve a pensar, sino como juguete novelesco, contraveneno del tedio y engañifa de las horas. Madrid, 1891. A quien leyere Figúrate, lector, que vuelves a tu casa mohíno y aburrido, lacio el cuerpo, acibarado el ánimo por la desengañada labor del día.

Este estado me tiene tan aburrido y tan descontento, que no puedo aguantar la vida: he nacido, vivo en el tiempo, y no qué cosa es el tiempo; me hallo en un punto entre dos eternidades, como dicen nuestros sabios, y no tengo idea de la eternidad; consto de materia, pienso, y nunca he podido averiguar la causa eficiente del pensamiento; ignoro si es mi entendimiento una mera facultad, como la de andar y digerir, y si pienso con mi cabeza lo mismo que palpo con mis manos.

Y allá fué Monote otra vez, trotando y tirando del ronzal delante del pobre caballo, cada vez más aburrido de tantos paseos. ¡Qué meneo! ¿eh? dijo el gitano . ¡Si parece una marquesa en un baile! ¿Y eso vale para usted veinticinco duros?... Ni un chavo más repitió el testarudo. Monote... vuelve. Ya hay bastante.

Acabó por perder la paciencia y los estribos, y se tiró a fondo con estas preguntas: En fin y remate de todo este fregado, hija mía: a ti ¿te interesa algo o no te interesa la venida de tu primo? ¿te da igual que viva con nosotros o con los parientes de Villavieja? ¿que coja ley a la casa y a las personas de Peleches o que no se le un ochavo de cominos por ellas? ¿que se marche aburrido a los ocho días de llegar, o que no se deje arrancar de allí ni con azadones y agua hirviendo? ¿que sea un borreguito de mieles para ti, o que no le merezcas mayor estima que un costal de paja?

Es fama que, oyendo los descargos que le daba un empleado, dijo aburrido el señor de Areche: ¿Sabe usted, señor alcabelero, que no entiendo sus cuentas? No es extraño, señor Visitador. Yo tampoco las entiendo, y eso que las cuentas son mías. ¡Vaya si las malditas andarían enredadas!