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No reconocía entre todo el clero vetustense más superior que el Magistral, a quien consideraba más que al Obispo; «era todo un gran hombre que por humildad vivía postergado». El Magistral trataba a la de Rianzares como a una reina, según el Arcipreste, o como si fuera el obispo-madre; ella se lo agradecía y se lo pagaba siendo su abogado más elocuente en todas partes.

Y el abogado miraba á Aresti con superioridad, seguro de haberle aplastado con estos argumentos aprendidos en Deusto, sin reparar en que, por defender á sus maestros, atacaba á Sánchez Morueta. El doctor sentíase irritado por el aire de triunfador que tomaba el joven ante las dos mujeres, las cuales parecían admiradas de sus palabras.

Señorito, yo no salgo del paso.... Aquí convenía un abogado, una persona entendida. , , hace mucho tiempo que lo pienso yo también.... Es indispensable tomar mano en eso, porque la documentación debe andar perdida.... ¿Cómo la ha encontrado usted? ¿Hecha una lástima? Apuesto a que .

Mi deber como abogado, legislador y ciudadano de la Unión, es restituir la niña a su afligida madre... cueste lo que costare. Pero, ¿dónde está? repitió la señora de Ponce, fija todavía la vista en el semblante del coronel.

Había un Napoleón en el mundo, y fue preciso que éste quisiera ser emperador, y emplear a sus hermanos en los mejores tronos de Europa, para que yo no fuese ni buen abogado ni mal ministro. »Yo tenía sentimientos generosos; mis compañeros tomaron las armas y dejaron el estudiar nuestras leyes para defenderlas, que urgía más. ¿Qué remedio?

Cuando doña Bernarda se vio sola y dueña absoluta de su casa, no pudo ocultar su satisfacción. Ahora se vería de lo que era capaz una mujer. Contaba con el consejo y experiencia de don Andrés, más unido a ella que nunca y con la figura de Rafael, el joven abogado sostenedor del nombre de los Brull. El prestigio de la familia seguía inalterable.

Todos, por serios que parezcan, son en el fondo unos perdidos. ¡Qué lástima! Un abogado tan eminente... ¡El dinero que podría ganar!... Las lamentaciones del padre abrieron nuevos horizontes á la malicia del pequeño. De un golpe abarcó el móvil principal de nuestra existencia, que hasta entonces sólo había columbrado envuelto en misterios.

Un Lucio, en los derechos graduado, Amigo mas del tuerto que el derecho, Al Arzobispo trajo alborotado, Con su mala intencion y duro pecho. Del Cabildo del Cuzco es abogado, Y piensa mejor hacer así su hecho: El Concilio rescinda, le decia Al Arzobispo, que así le convenia.

Es una solemne tontería pretender que pertenece a un muerto. ¿Es hija suya? ¿No? ¿De quién, pues? La niña pertenece a su madre. ¿No es eso? ¿Dónde está? dijo la señora de Ponce con voz concentrada y pálido rostro. Todo lo explicaré. La niña pertenece a su madre. De eso no cabe duda alguna. Soy abogado, legislador y ciudadano de la Unión.

Hizo una pausa la bondadosa señora; quedóse mirando al vacío tristemente, y luego, abrazando a su hijastra que aún permanecía de rodillas y acercando los labios a su oído, le dijo en voz baja: Mira, hija mía, yo no tardaré en morir y pienso dejarte todo cuanto tengo. La mitad de la fortuna de tu padre es mía, según me ha dicho el abogado de la casa.