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Mostrándosele la suerte cada día más rebelde, tuvo que mermar la hacienda de su mujer y de sus hijos para hacer frente a las pérdidas, y lanzarse en ese abismo sin fondo que se llama el desquite. Entre sus compañeros de vicio había un joven, marqués a quien los dados favorecían con tenacidad, y don Fernando tomó a capricho luchar contra tan loca fortuna.

Me parece se atrevía a decir entonces don Simón a algún compañero más viejo que él en el oficio, pero no más entusiasta del sistema que no se observa aquí la mayor formalidad.... Quiero decir que con estos enconos políticos, el país no gana cosa mayor. ¡El país va al abismo, señor de Peñascales! ¿Qué me cuenta usted? La verdad, compañero. Esto es una farsa, créalo usted.

En el choque de los masas líquidas, el agua del río se mezcla pronto con las olas del inmenso abismo, pero, aun después de confundida, trabaja todavía.

Entre estas terribles dudas y la reserva más grande aún, que ellas me exigen ¿qué milagro podría colmar el abismo?

Absorto la miraba el joven, y con voz balbuciente, que declaraba su sorpresa y embeleso, dijo: «Estás..., no ya hermosa, ni guapa, sino... ¡divina! Vamos, que te he hecho tilín. A un ahorcado no se le hace tilín tan fácilmente; pero... Abismo de flores, de veras te digo que si no estuviera con la soga al cuello... Pero no, ¡fuera simplezas! El médico, el médico es el que habla ahora».

Hullin, Jerónimo, el anciano Materne y el doctor Lorquin se habían sentado alrededor de la labradora para morir juntos. Todos permanecían silenciosos, y los últimos rayos del crepúsculo iluminaban el grupo sombrío. A la derecha, detrás de una prominencia de la peña, se veían brillar, en el fondo del abismo, algunas hogueras de los alemanes.

Lázaro tosió; el auditorio tosió también. La primera palabra se hacía esperar mucho; por fin el orador tomó aliento, y desafiando aquel abismo de curiosidad que se abría ante él, comenzó á hablar. #La primera batalla#. Lázaro era un poco retórico en la augusta cátedra del club democrático de Zaragoza.

que lo es; pero las circunstancias... ¡El abismo!... Supongamos que un desventurado está al borde del precipicio y se le presenta el demonio de la infamia y le alza en sus manos. DON JOS

A mis pies entreví una estrecha banda de tierra sobre la cual estaba en pie; detrás el abismo negro, sin fondo... A mi lado, vi a Roberto que venía a socorrerme, bajando lentamente y con precaución las gradas de lo que me parecía una escalera. ¿Dónde estás? gritó él. Y al mismo tiempo sentí que su mano, buscándome, avanzaba hacia . Entonces me arrojé contra él y me aferré a su cuello.

La clara nitidez del cielo poblado de estrellas, el silencioso apartamiento del bosque, la belleza y la gala de los campos floridos, todo embelesa mi alma, todo hasta cierto grado la enamora, pero todo deja en ella inmenso vacío, que sólo otra inteligencia y otra voluntad, humanas o divinas, iguales o superiores a mi voluntad y a mi inteligencia, pueden llenar si me acuden; si prueban el afán que yo pruebo y si logran infundirse en el abismo de mi pensamiento, compenetrándole, fundiéndose con él y haciéndose con él uno solo.