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Hablaba de las bellezas de Tijuca, que aún estaban por ver: la Cascatinha, una caída de agua más allá del Alto de Boa Vista; la Cascada Grande; la Mesa do Imperador, las Grutas de Agaziz, la «Gruta de Pablo y Virginia». Nélida palmoteó de entusiasmo al oír el último nombre. Quería ver cuanto antes este lugar. Recordaba vagamente un libro que había leído con el mismo título.

Pos al colaero tuyo y al de otras tan borrachonas como replicó la interpelada, con desgarro. Oiga usté, desolladora, ¿va eso conmigo? dijo una tercera mujer. Usté lo sabrá.... Y, por último, la que se pica ajo ha comido. Es que si fuera conmigo.... Si fuera contigo te lo aguantarías. ¡Ó no! ¡Ó , te digo! ¡Que no, y rete que no! ¡Que , y rete que !

Cuatro son pues los estilos que caracterizan á la arquitectura del siglo XVII y primera mitad del XVIII: primero, el greco-romano de Herrera y Mora, mas ó menos puro hasta la época de Crescencio; segundo, el greco-romano desfigurado con follages, que podriamos denominar crescentino, y que dura hasta la mitad del reinado de Felipe IV, en que empiezan los ejemplos de la innovacion borrominesca; tercero, el borrominesco propiamente dicho, que se desarrolla por obra de Cano, Rizi y otros, en la segunda mitad de aquel mismo reinado; cuarto y último, el churrigueresco puro de la infelicísima época de Cárlos II, parto de los delirantes cerebros de Donoso, Ribera, Churriguerra, Thomé, etc., que se perpetúa hasta espirar el período que hemos abarcado, despues del cual comienza la restauracion promovida por Felipe V. Esta clasificacion no debe sin embargo entenderse de una manera empírica: sabido es que en todos tiempos hay hombres apegados á las ideas antiguas y en quienes no ejerce influjo la moda.

Como la distancia de la Luna á la Tierra es considerablemente más pequeña que la del Sol, la órbita de aquel astro lo coloca en cada revolución en una serie de posiciones respecto de este último, llamadas fases, y que nos la presentan de manera muy distinta.

Pero se marchó y el buen tío, sin voluntad, que se arrastraba siempre a tres pasos detrás de ella, la siguió. En mi triunfo solté una gran carcajada. Pero también, ¿qué venís a hacer, almas codiciosas, en el templo del dolor? ¡Atrás! Vino la noche. Una banda roja, último vestigio del sol poniente, se extendía sobre la ciudad cuyas torres puntiagudas se destacaban negras en el cielo de fuego.

Influencia de la duración del día.= Por último, la temperatura de un día depende también del tiempo durante el cual ejercen los rayos solares su acción sobre la atmósfera y el suelo. En una palabra, depende de la extensión del día.

Seguro ya del cariño de la hija, tuvo que pensar en la madre, que hasta entonces sólo había merecido su atención como una dama de aspecto imponente, muy digna de respeto, pero que siempre se mantenía en último término, cual si desease ignorar la existencia del ingeniero.

no me quieres, me estás engañando... le quieres otra vez... le has visto en alguna parte. La verdad... Más quiero morirme de pena que de vergüenza. Fortunata, yo te saqué de las barreduras de la calle, y me cubres a de fango. Yo te di mi honor limpio, y me lo devuelves sucio. Yo te di mi nombre, y haces de él una caricatura. El último favor te pido... la verdad, dime la verdad». ix

Por último, un brazo que podía ser un tanto largo, pero que, bajo fino y suelto guante de piel de Suecia, tenía yo no qué encanto voluptuoso, mil veces más ático y más puro que el que revela un pie bien calzado cubierto por una media de seda obscura.

Hasta en el último rincon del mundo y sobre las mas altas cimas se le encuentra, imperioso, exigente, intratable, cuando no necesita de los demas, lacónico, frio, cargado de bastones, paraguas y mil enseres, impasible cuando los demas se conmueven, afeitado y perfumado en regla aun en el fondo de los precipicios y las neveras, y ataviado con su singular vestido de un solo color y un solo corte, que á fuerza de ser uniforme toca en la extravagancia.