United States or Angola ? Vote for the TOP Country of the Week !


Apuesto a que pasa por junto a y no me saluda; ¿apostamos? Aquí viene; me acercaré para que me vea. Le hablaré en flamenco. «Buenas tardes, zeñó Zurupa». Esto decía Mariano acercándose a un jinete que avanzaba por la orilla del paseo, montado en un caballo español puro, de cuello corvo y movimientos tan gallardos como pesados.

Aquellos elogios brutales, que más parecían dichos en son de menosprecio, despertaron en profunda indignación, y dije, sonriendo rabiosamente: Le falta a usted lo mejor. ¿Qué? Que tiene cien mil duros de dote. El sarcasmo no le hizo efecto alguno. ¡Ezo e! Y, además, se encuentra uno con el inconveniente de los cien mil duros. ¡Diga usté ahora que este zeñó no es zabio que Víctor Hugo!

Debía ser alguno de aquellos jinetes de pobre aspecto que encontraba en la soledad del campo, sin ningún pueblo en el horizonte, y que se llevaban la mano al mugriento sombrero, diciendo con respetuosa llaneza: Vaya usté con Dió, zeñó marqué.

... zino e peor que ; porque azomé la fila, andando en mi trajín, por un ventaniyo de eta parte, y too lo vide negro, y dije: po zeñó, pa poca y mala zalú, a la joya... Y no he querío ver .

En realidad el magistrado de Pontevedra mentía con tan poca gracia y al mismo tiempo con tal firmeza, que era cosa de pensar si sería un pícaro redomado que se gozaba en impacientar a sus amigos. ¿Ha dicho uzté que eze antepazao zuyo ha llegao a Eztremadura? preguntó al fin Valero en tono decidido. , señor. Pue me parece, compare, que eztá uzté equivocao, porque eze zeñó Renchila... Rechila.

El había dado orden en sus cortijos y en todas las chozas de pastores de sus vastos territorios para que entregasen al Plumitas lo que pidiese; y según contaban mayorales y vaqueros, el bandido, con su antiguo respeto de hombre del campo por los amos buenos y generosos, hablaba los mayores elogios de él, ofreciéndose a matar si alguien ofendía al «zeñó marqué» en lo más mínimo. ¡Pobre mozo!

En cuanto Nieves se fue del comedor, llamó él a Catana con una seña; y llevándosela al rincón más escondido, la preguntó por lo bajo: ¿Qué tiene la niña hoy? La rondeña recibió la pregunta como el diablo una rociada de agua bendita, y contestó bajando mucho la cabeza: , zeñó... ¡Yo digo que tiene algo! afirmó con energía desusada el manso Bermúdez. Po zi zu mercé lo zabe, zabe que yo.

En esto llegó Catana, con su cabeza gris, su color cetrino, sus ojos negros y bravíos, su sempiterno vestido de indiana muy floreado, y su pañolón negro, de seda, con los picos anudados atrás. ¿Qué manda zu mercé? preguntó desde la puerta. ¿Qué has visto la preguntó a ella su amo , de tantísimo como hay que ver desde esta casa? , zeñó. ¡Cómo que nada?

Se presentó la rondeña a los pocos momentos, con una carta en la mano, y mientras se la alargaba a su señor, la dijo éste: Que se cierren los portones de la calle y que nos preparen la cena a escape... ¿Quién ha traído esta carta? Un mandaero. ¿Espera la respuesta? No, zeñó.

El de Moraima, al hablar del Plumitas, fijábase algunas veces en Gallardo, el cual, con una vehemencia de neófito, indignábase contra las autoridades porque no sabían proteger la propiedad. El mejó día se te presenta en La Rinconá, chiquiyo decía el marqués con su grave sorna andaluza. ¡Mardita sea!... Pues no me hace gracia, zeñó marqué. ¡Hombre! ¿y pa eso paga uno tanta contribución?...