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Según la Gaceta Ministerial, todos los días era derrotado un ejército francés, y todos los días ocurría en Francia una insurrección para destronar al azotador de Europa. ¡Ah!, entonces corrían unas bolas, junto a las cuales son flor de cantueso las equivocaciones del moderno telégrafo.

El Californian lanzaba por el telégrafo sin hilos la llamada de peligro, el S. O. S., fórmula que sólo se emplea cuando un buque necesita socorro. Luego, en el espacio de unos segundos, la voz misteriosa había esparcido su relato trágico á través de centenares de millas. Un sumergible acababa de aparecer á corta distancia del Californian, disparándole varios cañonazos.

Inquieta y parlanchina, mantenía un verdadero telégrafo de saludos con todo el teatro; con los palcos, con la cazuela, con la platea; a todos conocía, a todos saludaba francachonamente con el abanico.

Cuando Baldomero regresó a unirse con los viajeros, éstos habían terminado la operación de lavarse y de telegrafiar a las familias y se encontraban rodeados de amigos de Melchor que le acribillaban a cumplimientos y a preguntas. ¡Caballeros! exclamó Baldomero los que quieran noticias pueden ir al telégrafo... estos señores vienen a divertirse y no a contar cuentos.

Como el paso de Calais es tan estrecho, y su servicio de vapores y correos tan bien mantenido, el puerto de Dover es quizas el mas frecuentado para las comunicaciones anglo-francesas. Dover es muy notable también por su telégrafo submarino, que lo comunica con Calais, y que fue el primer cable telegráfico establecido en Europa.

Los depósitos esparcidos en las costas lo guardaban para los buques de guerra. Noticias importantes llegaban con frecuencia al yate por el telégrafo sin hilo desde el lejano París, donde estaba el primer apoderado del príncipe. Se había roto la comunicación entre él y las administraciones de la fortuna Lubimoff establecidas en Rusia.

Un mensajero del telégrafo se le acercó: ¿Cómo se llama usted, señor? Melchor Astul. ¿Tiene alguna tarjeta... o algo? ¡, hombre! ¡, es él! dijeron a dúo Lorenzo y Ricardo. El mensajero los contempló un instante, los miró, más bien, y entregándoselo a Melchor, le dijo: Un telegrama para usted.

Además, me decía yo, aunque el sello de casta y el de nacionalidad sean indelebles, sin que acierte a borrarlos o a confundirlos la continua convivencia y el íntimo comercio espiritual, en esta época en que tanto se escribe, se lee y se viaja, en este siglo del vapor y la electricidad, del ferro-carril y del telégrafo, todavía no logro persuadirme de que haya también un sello de provincialidad, como hay sello de nación, de tribu o de casta.

Azoróse el tío Frasquito al oír la voz de Diógenes, y temiendo algunos de sus amagos de intempestivo cariño, fuese escurriendo con disimulo, soltando casi a media voz su última noticia. Anunciaba también el telégrafo que don Carlos había entrado en España por Zugarramurdi, y que aprovechando sus parciales aquella confusión, aprestábanse a hacer un supremo esfuerzo para apoderarse de la corte.

Un trajecito azul de pantalón corto y con las piernas al aire. ¿Y un sombrero claro? , señor, y un sombrero blanco. ¡Es mi hijo! gritó, y echó a correr al telégrafo, donde se hallaba el delegado.