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En mis investigaciones ocultistas la figura de Poe se me ha aparecido repetidas veces. Poe fué el poeta de lo Invisible. El alcohol era el puente por el que cruzaba en dirección al astral. Todas las larvas, las almas de los magos negros, el espectro de los muertos, los vampiros y los incubos y sucubos demoníacos fueron amigos del poeta y le dictaron sus escaloriantes episodios de pesadilla. La doble personalidad fluídica de Poe convivió con ellos en esos reinos alucinantes y verdosos, donde las flores tienen hedor de putrefacción, danzan las almas de las brujas y se fraguan los infanticidios y los asesinatos sin causa, mientras el cuerpo del bardo, embrutecido, dormía la borrachera en cualquier callejuela de Rischmond o de Nueva York. Mister Valdemar desmoronándose en su espantosa podredumbre. Ligeia reviviendo en el cadáver de Mistress Rawena, el ojo terrible del gato negro y el corazón revelador, que resuena como el golpe de un reloj de pesadilla, parecen imaginación vivida en el plano lívido del astral. Poe vivió una subvida taumatúrgica. Tuvo el arte de dar a todos sus monstruos, terribles y grotescos, una armonía matemática, que pudiéramos llamar lógica de lo absurdo.

El boticario, que tenía mucha gana de ir a la tertulia, aceptó las condiciones, y siempre que fue se dejó el libre pensamiento en su casa, aunque no pudo dejarse ni quiso cortarse su endiablada y taumatúrgica uña. Durante mucho tiempo fue doña Inés la única señora que en la tertulia había. Parecía aquello un club de caballeros con una señora presidenta.

La vida del cantor de Ligeia, esa extraordinaria mujer, prodigio de carne y maravilla de inteligencia, nos da la impresión de una negra pesadilla, de una taumatúrgica alucinación de opio, por donde vaga la sombra sonámbula de ese triste discípulo de un fatal y desventurado maestro, cuya voz repite ese único y desolado estribillo: «Nunca másLos poetas borrachos

Todo ello entendido á la letra, podrá ser ilusión ó sueño vano; pero, como figura, expresa enérgicamente la virtud taumatúrgica de la fe que tienen los hombres en el genio superior y en los altos destinos del pueblo á que pertenecen: fe dominadora de los númenes, que los evoca, los atrae y se los gana para aliados y para amigos.