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Me dejo arrastrar, y voy á parar como un madero sobre un banco de arena donde cristalitos de mica brillan como pepitas de oro y plata. Por el peso de mi cuerpo, el banco se hunde, los granos de sílex y las delgadas piedras cambian de punto.

Pero su dueño, comprendiendo que le costaría mucho trabajo curarlo si esto aún era posible lo carneó esa tarde, y al día siguiente al malacara le tocó en suerte llevar a su casa, en la maleta, dos kilos de carne del toro muerto. Cayetano Maidana y Esteban Podeley, peones de obraje, volvían a Posadas en el Silex, con quince compañeros.

Su felicidad transformóse en terror, al darse cuenta al día siguiente de que el vapor remontaba el río. ¡Por favor te pido! lloriqueó ante el capitán ¡No me bajen en Puerto X! ¡Me van a matar!... ¡Te lo pido de veras!... El Silex volvió a Posadas, llevando con él al mensú empapado aún en pesadillas nocturnas.

Los peones treparon la interminable cinta roja que escalaba la barranca, desde cuya cima el "Silex" aparecía mezquino y hundido en el lúgubre río. Y con ahijús y terribles invectivas en guaraní, bien que alegres todos, despidieron al vapor, que debía ahogar, en una baldeada de tres horas, la nauseabunda atmósfera de desaseo, patchulí y mulas enfermas, que durante cuatro días remontó con él.

Pasa primero el tren por un considerable túnel por debajo de la ciudad de Vienne, situada á la orilla izquierda del Ródano, sobre un lecho de rocas de silex y granito, al parecer, y al pié de colinas donde vegetan las viñas escalonadas en anfiteatro; y luego se cruza la llanura que tiene por centro á Valence, ciudad algo considerable, y que se prolonga luego sin interrupcion, por Montelimart, Orange, Avignon, Tarascon y Rognac, hasta dar con el Mediterráneo en las cercanías de Marsella.

Debe esperarse en primer término de los países que han dado al Universo los más altos ejemplos de energía el acero del género humano, la Grecia, y la raza de sílex, fina, ejercitada, indestructible, de los Colón y los Doria, los Massena y los Garibaldi.

La magnífica raza normanda, en los cantones en que se ha mantenido pura ó donde ha conservado el color rojo, el extraño rojo de la Escandinavia, no tiene la menor relación con la tierra que ocupa por acaso. En la Bretaña, por el contrario, sobre el suelo geológico más antiguo del globo, sobre el granito y el sílex, se pasea la raza primitiva, un pueblo también de granito.

Todos los tipos del vigor humano habían surgido de la raza mediterránea, fina, aguzada y seca como el sílex, haciendo el bien y haciendo el mal siempre en grande, con la exageración de un carácter ardiente que desconoce la medida y salta de la doblez á los mayores extremos de generosidad. Ulises era el padre de todos, el héroe cuerdo y prudente, y al mismo tiempo malicioso y complicado.

Cuando ha atacado suficientemente el cimiento que une la roca y excavándola bien, muerde sus asperezas como con unas tenacillas, y desarraiga el sílex. Obra de mucha paciencia, que implica dilatadas huelgas para que el agua obre también en los sitios descarnados. Entonces, de la primera capa puede pasarse á la segunda, y por medio de procedimientos lentos y seguros, terminar la tarea.

La onda disuelve la parte caliza, se lleva, trae, arrastra incesantemente el sílex que convierte en guijarrillos redondos. Tan rudo trabajo hace de esa costa, riquísima por el lado que mira á la tierra, un verdadero desierto marítimo. Pocas, muy pocas plantas marinas se libran de la trituración eterna del guijarrillo magullado una y otra vez.