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Al verle, dejó el libro, se puso ceremoniosamente de pie, y miró al rey con severidad. Veo que aún estás enojada, Margarita dijo el rey. En efecto, señor contestó la reina ; tengo un profundo disgusto. ¡Por tu queridísima doña Clara! Me he propuesto no volver á hablar más á vuestra majestad de este asunto.

=Marianela.= Queridísima hermana mía. Marianela de mi alma: Todo puedes exigirlo de , menos que ordene mis ideas en medio de la turbación y de las inquietudes en que vivo. Yo no tengo ideas: todo se ha convertido en en sentimiento inexpresable, cuya única manifestación son las lágrimas. ¿Por qué habré nacido, Dios mío?

Después, dominado por el éxtasis de aquel momento de placer, la miré de fijo a los ojos, exclamando: Ha tratado de huir de , pero hoy la he vuelto a encontrar. He venido, Mabel, a confesarle con franqueza, a decirle... a decirle, mi queridísima Mabel, que... que la amo!

Una vez en mangas de camisa ante su lecho, consideró que era un contratiempo serio la enfermedad de su queridísima Ana. «

La niña ruborizada y confusa exclamó con voz débil: ¡Como hasta ahora me había ayudado!... «Mi queridísima hermana: escribía Miguel a Julia Me preguntas por qué permanezco tanto tiempo en este pueblecillo, y supones, infundadamente, que pasaré la mayor parte en San Sebastián.

«Queridísima Virtudes: ¡Cómo me habrás puesto, allá a tus solas! ¡Qué cosas habrás pensado de ! Al despedirme de ti en Sevilla, muchas promesas; y después, si te he visto no me acuerdo. No te lo digo porque sea verdad, sino porque imagino que lo dirás cuando me tienes en la memoria.

Mi queridísima España, representada en Irun, que todavía devoraba con mis ojos, me atraía poderosamente hácia , y por dos veces consecutivas avancé hasta la mitad del puente para enviarla mis votos por su engrandecimiento y prosperidad.

Lo único que siento es que otra persona, por más que sea una hija queridísima, me haya perjudicado hasta tal punto en tu cariño, me haya desterrado de tu corazón.... Al pronunciar estas últimas palabras su voz se alteró un poco.

Mi buena y queridísima amiga: debo comenzar por pedirte dos veces perdón: primero por haber lanzado a los cuatro vientos de la publicidad tu sabrosa carta desde «Los Carpinchos», contando con singular donaire expresivo tus cuitas, las volteretas de vuestra fortuna, tu excelente conformidad, el brío emprendedor de Ricardo en la estancia y sus esperanzas y las tuyas en un próximo y brillante porvenir.

Ahora, he aquí la carta de mi amiga Rosalía: «Los Carpinchos», julio 15 de 1916. Queridísima Marianela: No te puedes figurar cuánto te recuerdo desde este retiro de «Los Carpinchos» donde voy pasando el invierno, si no como en la gloria, por lo menos como en el limbo, que es el lugar intermedio entre la gloria y el infierno. No hay que ser ambiciosa, queriendo alcanzar el cielo de un solo golpe.