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Plácido no quería: por dos menos no cierran una clase de más de ciento cincuenta. Se acordaba de las fatigas y economías de su madre que le sustentaba en Manila privándose ella de todo. En aquel momento entraban por la brecha de Sto. Domingo. Ahora me acuerdo, exclama Juanito al ver la plazoleta delante del antiguo edificio de la aduana; ¿sabes que estoy encargado para recoger la contribucion?

Soltero y con fortuna suficiente para quien no tiene mujer ni chiquillos ni familia próxima, Feijoo vivía en dichosa soledad, bien servido por criados fieles, dueño absoluto de su casa y de su tiempo, no privándose de nada que le gustase, y teniendo todos los deseos cumplidos en el filo mismo de su santísima voluntad. Más que por el lujo, despuntaba la casa por la comodidad y el aseo.

Pero la idea de abandonar al hijo de sus entrañas en manos de mujeres sórdidas y empleados brutales la había horrorizado siempre. Luchó bravamente cuanto pudo, privándose ella bastantes veces del necesario sustento para alimentar al niño, que ya contaba cerca de tres años. Había llegado, sin embargo, el fin del combate y resultaba vencida.

Ese exceso de amor materno le escandaliza. Dice que en Francia se permite a las señoras hacer muy bonitos versos sobre este asunto; pero no tolerarían que una madre joven expusiese su salud, marchitando la frescura de su tez, privándose de reposo y de alimento, y olvidando su bienestar individual al lado del chiquillo.

De los reales tributos se hace inverificable la recaudación; la decadencia de los pueblos, así en la populación, que se disminuye con la falta de ellos y de su posteridad, como en la de sus bienes, privándose del trabajo de los desertores, es considerable; pero lo más doloroso es el daño espiritual que se experimenta en ellos y que pide se solicite remedio.

No había podido venir antes porque tenía una lección en aquella misma hora y tuvo luego que ir a casa por aquel encarguito. El encarguito, que se apresuró a destapar, era nada menos que un barómetro con caja de madera barnizada, que ofrecía a su amigo como regalo de boda. Lo había comprado en un bazar, le había costado seis duros y había estado dos meses privándose de café para ello.

Y privándose de una parte de su alimento, pasaba a casa del zapatero la leche que subían para él. Pero el estómago del pequeño no podía sufrir el líquido, demasiado substancioso para su debilidad, y lo arrojaba apenas ingerido. Tía Tomasa, la jardinera, con su carácter enérgico y emprendedor, trajo una mujer de fuera de la catedral para que diese su pecho al enfermo.

Iba todas las tardes al Palais de Glace y doña Chicha la seguía, privándose de acompañar al marido en sus compras. ¡Las horas de aburrimiento mortal ante la pista helada, viendo cómo á los sones de un órgano se deslizaban sobre cuchillos por el blanco redondel los balanceantes monigotes humanos, solos ó en fila!... Su hija pasaba y repasaba ante sus ojos roja de agitación, echando atrás las espirales de su cabellera que se escapaban del sombrero, haciendo claquear los pliegues de la falda detrás de los patines, hermosota, grandullona y fuerte, con la salud insolente de una criatura que, según su padre, «había sido destetada con biftecs».

Y respecto a la elección de padrino, dijo en tono autoritario: Quisiera saber quién tiene más derechos que yo. Un grave silencio siguió a estas palabras, pero sea dicho en honor de todos los bromistas, el primer hombre que reconoció la justicia fue el organizador del espectáculo, privándose así del legítimo disfrute de su trabajo.

No se curan más, pero tantas disenterías pútridas con árnica, como Stohl curaba, ni menos parálisis y amaurosis que Colléri. ¿Consistirá esto en que se han reducido sus dósis? La escala posológica es vasta; no se debe el médico limitar á las dósis mas débiles, privándose del beneficio de las otras.