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¡Parda!... ¡Garbosa!... ¡Salia!... ¡No me llevéis la Salia!... Agapito, por tu madre... ¡no me lleves la Salia! Pero cuando vio marchar una hermosa novilla, que era su favorita, no pudo contenerse. Corrió a ella y se agarró con todas sus fuerzas a los cuernos.

Aquella violencia, mejor aún, aquella ferocidad, turbaba su alma delicada; el poco apego que el cura mostraba a los asuntos teológicos o de tejas arriba le indignaba; pero sobre todo, la avaricia sórdida de aquel viejo, que estaba con un pie en el sepulcro, del ministro de Aquel que dijo: «No queráis tener oro, ni plata, ni dinero, ni en vuestros viajes llevéis alforja, dos túnicas, ni zapatos, ni báculole causaba repugnancia invencible.

«Después de la última salida, cuando Don Álvaro, por no poder entrar en el castillo, se tuvo que meter en las galeras, creyendo que se queria ir, fué una persona principal á decirle: «Señor, yo vengo á suplicaros que me llevéis con vosLe respondió con rostro severo y airado: «¿Soy yo, por ventura, hombre que había de huir y dejar á mis amigos y compañeros?

No llevéis vuestra altivez, muy digna sin duda, hasta el punto de ofender á su majestad: aceptad tal como se os da esa compañía, y estad seguro de que ya tendréis más de una grave ocasión de servir á la reina. Sea lo que vos queráis dijo el joven guardando la provisión.

REY. ¿Tenéis vos alguna queja? PELAYO. , señor, deste rocín. REY. Digo que os cause cuidado. PELAYO. Hambre tengo: si hay cocina Por acá... REY. ¿Nada os inclina De cuanto aquí veis colgado, Que a vuestra casa llevéis? PELAYO. No hay allá donde ponello: Enviádselo a don Tello, Que tien desto cuatro u seis. REY. ¡Qué gracioso labrador! ¿Qué sois allá en vuestra tierra?

Te digo que no iré... no iré. Pero tía... No hay tía que valga. No me lo has dicho; pero lo deseas. ¿Crees que no te leo yo los pensamientos? ¡Qué podrás disimular delante de ! Pues no, no te sales con la tuya. Yo no voy allá sino en el caso de que me llevéis atada de pies y manos. Pues la llevaremos atada de manos y pies dijo Maxi, riendo.

Madres de familia, las que creéis que el cielo está arriba, no llevéis jamás a vuestras hijas a la cazuela. Rogad a Dios que las lleve Satanás al infierno antes; en el infierno estará más protegido su pudor, que en aquella galera donde vuela el chisme, enreda la intriga, muerde la calumnia y se ensaña la envidia.

Pues bien: os mando que llevéis esta carta á donde ese sobrescrito dice. «Al duque de Lerma, en propia mano» dijo Quevedo. Y se quedó profundamente pensativo. ¡ que sois enemigo de mi padre, que os pido un gran sacrificio! Pero... ¿Me lo pagaréis?... Os lo... agradeceré en el alma. ¡Iré! dijo Quevedo, levantando la cabeza con resolución. ¿Y no queréis saber el contenido de esta carta?

4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis en el camino. 6 Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros. 7 Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os dieren; porque el obrero digno es de su salario. 8 Y en cualquier ciudad donde entréis, y os recibieren, comed lo que os pusieren delante;

Que dejéis la prueba en la casa o que os la llevéis consigo, ha jurado apoderarse de ella; y tened la seguridad de que lo conseguirá si no encontramos otro medio de engañarla. En verdad, Marta, que no os comprendo. ¿Cómo se podría apoderar la condesa de un papel que yo llevo conmigo? Mientras estoy en viaje, ella no...