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Y en el seno de la confianza, particularmente entre los amigos de D. Juan Estrada-Rosa, no se contentaba con decir que Fernanda valía en todos sentidos más que su ex-novio, sino que apellidaba a éste con mil epítetos pesados; jayanote, pavo, santurrón, hipócrita, etc.

A la Virgen la requebraba en sus odas con un ardoroso flujo de epítetos que no se agotaba jamás. La Edad Media era el tema constante de sus ditirambos. Las catedrales góticas. ¡Ah, las catedrales góticas!

La rima además tiene graves inconvenientes, cuando para vencer su dificultad, se emplean sobrados epítetos y participios en «oso, osa, ente y ante, ado y ada». Como quiera que sea, en este libro de El jardín de los poetas encuentro yo mejor y más brioso, inspirado y conciso que lo rimado, lo que está en endecasílabos libres.

O, mejor dicho: hoy, antes de quedarme solo, cuando pensaba haber despertado de uno de esos sueños densos, en que nada se siente; sueño de tinieblas en que nada se ve; sueño que es la negación de la existencia y del que se despierta, antes de acabarse de dormir, espeluznados, estremecidos, fríos como si se hubiera sentido el contacto de la mano de la muerte; cuando sólo creí, repito, despertar de un sueño horrible, me han dicho que he estado un mes delirando, furioso, nombrando a Amparo, amenazándola, apostrofándola, insultándola, prodigándola los epítetos más degradantes.

El magnífico cuanto peregrino espectáculo que ha herido la imaginación aun infantil de nuestra linda y tierna sultana, sálvela Alah, ¿no será explicación bastante para este desmayo o parasismo? ¿Pues estos sentimientos llevados al último punto por el placer de verse la noble esposa del más guerrero, generoso y amable de los sultanes y aquí añadía el orador una cáfila de alabanzas y epítetos, por supuesto sin mezcla de lisonja médica no es suficiente motivo para tal arrobamiento?

Hágase entender á Amescua que el coro de los canónigos puede conciliarse bien con el de las Musas, haciéndose lo mismo con Valdivielso, así como también que de aquellas hijas de Mnemosine nunca envejecen; y si hubiese yo ahora de calificar con epítetos particulares y las merecidas alabanzas á los que no he mencionado todavía, veríame en grandes apuros para contentarlos.

Al pasar cerca de , me puso el sombrero y dijo sordamente: Grasia, senificante. Volvió de nuevo al centro del corro, y volvieron los movimientos a pie firme. Lola y la Serrana seguían cantando nuevas coplas, todas referentes a toreros más o menos difuntos. Los barbianes jaleaban a la bailaora, prodigándole mil epítetos extravagantes.

Aquel verle en su trono colocado, Y ahora por el suelo derrocado. Maldita seas, Fortuna, loca, insana, Ingrata, desleal y fementida, Cruel, injusta, pérfida, profana, Invida, desleal, desconocida, Traidora, sin verdad, perra, tirana; Mudable, sin compas, descomedida; Seguid de la Señora sus preceptos Que mas tiene de aquestos epitetos.

Lo mismo sucede en las discusiones de mujeres; hasta entonces nos habíamos esforzado por calmar a las señoras, pero esto no servía sino para enfurecerlas más; nos vimos arrastrados en la cuestión; el caballero de al lado me trató de idiota, y yo le califiqué de «rastacuero»; revolotearon los epítetos; con ademán simultáneo nos tiramos los platos a la cabeza; yo le obsequié con un cangrejo a la americana; él me envió mollejas de ternera; nos separaron; cambiamos las tarjetas, y luego nos plantaron a los cinco en la calle.

Era en vano que la superiora tratase de anonadarle con toda suerte de epítetos como: ¡impío, condenado, miserable, renegado! En vano le gritaba con el acento de la más santa indignación: «¡Tema la cólera del Cielo y de los hombres, usted que ha osado hacer oír palabras mundanas a unos oídos castos, usted que no ha temblado al tocar la mano de una esposa de Dios!