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¿Pero habíamos vencido definitivamente a los franceses? Cuando se disipó aquella lobreguez moral con que la horrible sequedad del cuerpo había envuelto el espíritu, nos vimos en situación muy difícil.

Cuando Pepita se vio sola, su bulliciosa alegría se disipó, y su rostro tomó una expresión grave y pensativa. Pepita pensó dos cosas igualmente serias: una de interés mundano, otra de más elevado interés. Lo primero en que pensó fue en que su conducta de aquella noche, pasada la embriaguez del amor, pudiera perjudicarle en el concepto de D. Luis.

Nuestra conciencia no percibe el principio de un desarrollo moral, como no percibe un desarrollo de la naturaleza; la savia ha circulado ya muchas veces antes de que descubramos el menor signo de un brote. La ligera sospecha con que sus oyentes le habían escuchado al principio, se disipó gradualmente ante la sencillez convincente de su desgracia.

No faltó un mal intencionado susurro de que S. E. estaba decidido á hacer algo, porque en aquello veía los primeros síntomas de una rebelion que convenía sofocar en su cuna, que una caza sin resultados desprestigia el nombre español, etc., y ya se echaba el ojo á un infeliz para vestirle de venado, cuando S. E. en un acto de clemencia que Ben Zayb no sabía con qué frases encomiar, disipó todas las inquietudes, declarando que le daba pena sacrificar á su placer los animales del bosque.

Sonaba la música en el inmediato corredor, junto a la puerta del camarote. «Hoy es domingo», pensó, en la torpeza del despertar. Pero una extrañeza repentina disipó las últimas brumas de su sueño. Hizo un rápido cálculo de días. No, no era domingo. Además, la música sonaba alegremente una especie de diana de caballería que no podía confundirse con el solemne coral luterano.

Algún tiempo se distinguió la cara de Lucía, sofocada y bañada en llanto, y su pañuelo que se agitaba, y oyose su voz diciendo: Adiós, papá..., padre Urtazu, adiós, adiós.... Rosario.... Carmen..., abur.... Al fin se perdió todo en la distancia, la escamosa sierpe del tren revelose a lo lejos por una mancha obscura, luego por desmadejado penacho de turbio vapor, que presto se disipó también en el ambiente.

Esto despertó mi curiosidad y marché hacia allí; pero no había dado dos pasos, cuando me detuve asombrado y estremecido, porque en el fondo de la plazuela, y en el ángulo que ésta formaba con una calle, vi una mano que me hacia señas; , una mano blanca que me llamaba. Dirigíme allá, y en unos cuantos segundos se disipó la ilusión.

En aquel momento sonaron fuera de la alcoba voces, precipitados pasos, ruido de armas y rechinar de puertas. Aquella sensación, que avisaba a Miguel de Zuheros un peligro presente y real, disipó de su espíritu las sombrías imaginaciones, que sin duda una muy natural coincidencia había creado.

De pronto un vivo sonrojo se esparció por su rostro, e iba a hablar con impetuosidad, cuando una conmoción interior, que disipó aquel sonrojo y le hizo temblar, pareció detenerle de nuevo. En fin, dijo con voz débil, mirando fijamente a William: Ahora me acuerdo, el cuchillo no estaba en mi bolsillo. William respondió: No lo que queréis decir.

Como quiera que ello fuese, el reconocimiento que Duarte de Mendaña hizo de Morsamor, le sirvió de mucho, allanó dificultades, disipó recelos e hizo que el Rey le hablase y le recibiese en su corte. Recibidos ya en la corte Morsamor y su doncel Tiburcio, lograron pronto ser estimados y queridos. Las fiestas de todo género se sucedían entonces sin un momento de descanso.