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Hay ciertos bienes que valen más encontrados al azar que buscados con cálculo, y es muy general que quien despreció la suerte cuando pasó a su lado, ande después a cabezadas tras ella, y no la encuentre ni siquiera pintada, o halle cualquier falsificación del bien y la coja gozoso y la abrace y se desengañe y rabie, deplorando su torpe indolencia.
Hablaré de esto al padre Jacinto para que él hable á mi madre, la convenza de que me conviene y quiero ser monja, y en vista de mi resolución desengañe á D. Casimiro. Desengaña tú, desde luego, al infeliz D. Carlos. No te niego que le he querido, que le quiero aún; pero no se lo digas. Díle que quiero á otro; que en mi corazón hay un inmenso vacío, donde reinan pavorosas tinieblas.
Y así pues, llevadme a un aposento donde yo quede, hasta que mañana veamos dónde esta desesperada aventura nos lleva; que bien podrá ser que durante la noche doña Guiomar se aconseje con su alma, y a algo muy diferente de lo que hoy piensa se determine, o tal vez se desengañe y se cure, quedando yo el solo enfermo y el solo desesperado.
Y don Cleofás, poniendo el ferreruelo por cabecera y la espada sobre el estómago, acomodó el individuo, y estando boca arriba, paseando con los ojos la bóveda celestial, cuya fábrica portentosa al más ciego gentil obliga a rastrear que la mano de su artífice es de Dios, y de gran Dios, le dijo al camarada: ¿No me dirás, pues has vivido en aquellos barrios, si esas estrellas son tan grandes como esos astrólogos dicen cuando hablan de su magnitud, y en qué cielo están, y cuantos cielos hay, para que no nos den papillas cada día con tantas y tan diversas opiniones, haciéndonos bobos a los demás con líneas y coluros imaginados, y si es verdad que los planetas tienen epiciclos, y el movimiento de cada cielo, desde el primer móvil al remiso y al trepidante, y dónde están los signos de estos luceros escribanos, porque yo desengañe al mundo y no nos vendan imaginaciones por verdades?
A su vez doña Paula guardó silencio y ocultó su rostro lloroso entre las manos. Transcurrieron algunos instantes. ¿Tiene alguna queja de mí? ¡Qué ha de tener! ¿Quién podrá tener queja de ti, mi cordera? Entonces, si es que ya no le gusto o no me quiere, ¿qué vamos a hacer?... Más vale que me desengañe a tiempo. ¡Oh! gritó doña Paula rompiendo de nuevo a sollozar.
Y animado por tales palabras, me pareció que debía dejar establecidas definitivamente mis relaciones amorosas, y dije: Pues bien, Gloria, no otra cosa vengo a hacer aquí sino a que usted me desengañe si estoy engañado, o a que usted confirme mis esperanzas de ser querido si tienen algún fundamento.
Palabra del Dia
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