United States or Finland ? Vote for the TOP Country of the Week !


Con el desmayo que Luscinda había tenido, así como la dejó don Fernando, iba a caer en el suelo; mas, hallándose Cardenio allí junto, que a las espaldas de don Fernando se había puesto porque no le conociese, prosupuesto todo temor y aventurando a todo riesgo, acudió a sostener a Luscinda, y, cogiéndola entre sus brazos, le dijo: -Si el piadoso cielo gusta y quiere que ya tengas algún descanso, leal, firme y hermosa señora mía, en ninguna parte creo yo que le tendrás más seguro que en estos brazos que ahora te reciben, y otro tiempo te recibieron, cuando la fortuna quiso que pudiese llamarte mía.

La duquesa de Bara no le dejó acabar: juzgaba ella imposible hacer tragar a la Villasis la vicepresidencia de Currita, como no fuera cogiéndola de sorpresa, presentando de improviso la candidatura aprobada ya por unanimidad en la junta magna de señoras que había de celebrarse; y aun así y todo, desconfiaba mucho del éxito, porque era María Villasis una quijota impertinente y ridícula, capaz de desairar a Madrid entero si se le ponía entre ceja y ceja el hacerlo.

Eran, según ella, esmeraldas como nueces, diamantes que arrojaban pálidos rayos, rubíes como pepitas de granada, y oro finísimo, oro de la mejor ley, que valía cientos de miles.... Torquemada, después de abrir y cerrar estuches, encontró lo que buscaba: una perla enorme, del tamaño de una avellana, de hermosísimo oriente; y cogiéndola entre los dedos, la mostró á la vieja.

Entonces, envalentonado él por la soledad y aún mas por la emoción que el semblante de Cristeta revelaba, la alcanzó, cogiéndola por una manga del abrigo, al mismo tiempo que con voz trémula e intención resuelta, decía: ¡No te irás! no puedes ser de nadie más que mía. ¿Entiendes? ¡Mía o de nadie! Te digo que me dejes. ¡No eres caballero!

Pues chica, no pienses en salir de Madrid agregó la tarasca cogiéndola por un brazo, atrayéndola a y sentándola sobre sus rodillas . Hija de mi vida, ¿a quién quiero yo? A ti nada más. Lo que yo te diga es por tu bien. Déjate llevar; cásate, y si hay trampa, que la haya. Lo que debe pasar, pasa... Deja correr y haz caso de , que te he tomado cariño y soy mismamente como tu madre.

Porque, ¿qué hay que agradecer -decía él- que una mujer sea buena, si nadie le dice que sea mala? ¿Qué mucho que esté recogida y temerosa la que no le dan ocasión para que se suelte, y la que sabe que tiene marido que, en cogiéndola en la primera desenvoltura, la ha de quitar la vida?

Hiciéronlo así y el Soberano mandó que entrase al momento Zumalacárregui. Oyose la voz del Rey que decía: Traigan una luz. Zumalacárregui estaba en el pasillo, boina en mano. Venga la luz dijo, cogiéndola de las manos del cura que con ella venía presuroso. Era una vela, puesta no muy gallardamente en un candelero de barro. Se acercó Zumalacárregui y entró en el cuarto oscuro.

Entonces éste acudía á levantarla, cogiéndola por ambas manos. Pero la nueva aldeana se hacía la pesada: era necesario tomarla por la cintura para ponerla en pie. El viento del puerto, cargado de aromas saludables, los tornaba retozones como cabritillos. Escuchábase á lo lejos el sonido de los cencerros y veíanse pastar tranquilamente algunos ganados.

¡La hipócrita y la deslenguada es usted! exclamó Pablo, furioso, cogiéndola del brazo y tirando de ella. Se empeñó una lucha deplorable en medio del patio; chillaba el chico, y las muchachas, asustadas, refugiáronse en sus habitaciones. ¡Déjeme usted, que me hace daño! decía Pepa, agarrada con ambas manos a la reja del zaguán. Pablo Aquiles la soltó.

Nicanora salió a la puerta: «Hoy está atroz... Si yo cogiera al lipendi que le convidó a magras...». ¡Venga usted acá, dama infiel! le dijo el frenético esposo, cogiéndola por un brazo. Hay que advertir que ni en lo más fuerte del acceso era brutal.