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En este lado las inscripciones decían: Agencia Campistrón. Contratas. Informes. Representaciones de todas clases. De 10 á 5. E.L.P., dijo Marenval; esto quiero decir: empujad la puerta. Así lo hicieron y al abrirse la puerta apareció ante su vista una pieza triste, empapelada con un papel ajado y dividida en dos mitades por una balaustrada de madera.

Después, la visita á la señora de Freneuse, las confidencias de Giraud, la entrevista con Campistrón... ¡Ah! querido Jacobo; aquéllo era extraordinario. Cada paso que dábamos en nuestro camino, veíamos más claro. Jamás dos hombres han corrido aventura más interesante.

Porque Campistrón no se limita á colocar en las provincias á las desechadas de los teatros de París, sino que se encarga también de proporcionar á los dueños de casa espectáculos á la medida, comedias, revistas, óperas cómicas y, en general, todo lo que se necesita para montar una reunión en pocas horas.

Me alegro de que no esté aquí Campistrón, porque hubiera tenido una impresión dolorosa... ¿Cómo así, señora? Campistrón ha tenido grandes disgustos con la artista de que se trata... Pero, dispénsenme ustedes, eso importa poco... Sin duda uno de estos señores se interesa por Jenny...

Después dijo á la joven: Aquí tiene usted. Partirá usted mañana y empezará á trabajar la semana que viene. Tendrá usted cien francos el primer mes y ciento cincuenta el segundo... Está convenido, mi querida señora de Campistrón... ¿Es Rouen una población de recursos?

Campistrón abrió un libro y dijo, golpeando en las hojas con la palma de la mano: He aquí, señores, la marcha de las grandes compañías del universo. ¿Quieren ustedes saber dónde está Lassalle? Volvió varios folios y dijo: El 17 de este mes, en Bucharest... El 21, en Budapesth... El 23, en Viena, el... Pero ¿y Novelli? interrumpió la señora de Campistrón.

En Francia, en París sobre todo, , hay algunos; pero en Londres sería una casualidad. Gracias, señor Campistrón, ya todo lo que quería saber, dijo Tragomer. Agradecemos á ustedes su amable acogida. Con mucho gusto, señor vizconde, con mucho gusto. Las personas como usted están seguras de ser recibidas aquí con toda deferencia.

Declaren ustedes antes, señores, que no quieren abusar de esa carta para hacer daño á una mujer, dijo Campistrón con acento de dignidad, poniéndose una mano sobre el corazón. Juana Baud ha sido muy amada... ¡Era tan hermosa! ¿Pueden ustedes darme su palabra de que no hay celos de por medio? Se la doy á usted, dijo Tragomer, por el señor y por .

Entonces, señores, voy á complacerles... Mujer, busca en la taquilla la letra B... Aquí todo es administrativo; de otro modo no nos entenderíamos. La señora de Campistrón abrió un mueble y se puso á buscar los papeles. Tragomer, deseoso de completar sus noticias, continuó: Ha dicho usted, señor Campistrón, que Juana Baud era muy hermosa... ¿Tiene usted, por casualidad, algún retrato suyo?

Campistrón les acompañó hasta el descansillo de la escalera con mil muestras de obsequiosa política, mientras que el discípulo cuya lección había sido interrumpida por la visita se desgañitaba haciendo escalas. Bajaron la mal oliente y húmeda escalera y vieron de nuevo á la portera, que ahora estaba mondando cebollas y que los siguió con una mirada desdeñosa hasta la puerta de la calle. ¡Y bien!