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Primero, me dijo deseaba dar un rato de conversar conmigo; después, y antes de darme nada, abrevió varias veces los nombres de la Sacra Familia, lanzando, como por vía de exordio, dos ó tres «Osus-María-seffhasta que por último, entró en materia, y en materia muy de mi agrado, pues se trataba nada menos que de la proyectada comedia.

Nada de eso respondí. Abrevio. Hasta los doce años viví en el Pazo de Valdedulla. Tres años antes había muerto mi abuelo. Desde aquel punto, el propio conde llevó las cuentas y administración de sus bienes. Mi padre tenía una zapatería abierta en Santiago de Compostela. El negocio andaba malamente, porque mi padre se pasaba lo más del tiempo de tertulia y juerga con algunos amigos estudiantes.

María y Antonio se han empeñado en retenerla... Velázquez se encogió de hombros con afectada indiferencia. ¡Qué mal has hecho, niño! prosiguió. ¡Algún día te pesará! No hallarás mujer tan fiel ni tan cuidadosa de tus intereses. ¡Y dale con Soledad! ¿No había otra cosa de que hablar en Cádiz? Abrevió cuanto pudo la conversación y se despidió de los esposos. La tarde declinaba.

Abrevio: una tarde, y por una de esas reacciones inexplicables con que los organismos envenenados lanzan en explosión sus reservas de defensa los morfinómanos las conocen bien! sentí todo el profundo goce que había, no en mi cocaína, sino en aquel cuerpo de diez y ocho años, admirablemente hecho para ser deseado.

Y así, fatigado deste pensamiento, abrevió su venteril y limitada cena; la cual acabada, llamó al ventero, y, encerrándose con él en la caballeriza, se hincó de rodillas ante él, diciéndole: -No me levantaré jamás de donde estoy, valeroso caballero, fasta que la vuestra cortesía me otorgue un don que pedirle quiero, el cual redundará en alabanza vuestra y en pro del género humano.

Abrevió algunas descripciones demasiado largas, interpretó a su modo ciertos pasajes curiosos y a todo añadió un comentario inteligente. En resumen, consiguió interesar a su querido auditorio, a excepción del marqués de los Montes de Hierro que chillaba como un condenado para interrumpir la lectura. Los niños son como los pájaros; cantan cuando se habla delante de ellos.

Alegre y confiado, Rostand empezó su tarea por acostumbrarse á leer más de prisa, suprimió las acotaciones, abrevió las explicaciones concernientes á la «mise en scène», pero no sacrificó ni un solo verso. Reunido nuevamente el Comité, Mounet-Sully sacó su reloj, del que ni un instante apartó los ojos. Esta vez la lectura de «Les Romanesques» duró una hora justa; la obra fué admitida.

Réstame por deciros, que el mozo es un oro, que si su sangre pudiese honrarse, la honraría, y que es gran pena, que en vez de ser hijo á trasmano, no lo fuese de mi señora la duquesa doña Catalina. Y como me tarda que ésta llegue á manos de vuecencia, abrevio el tiempo poniendo punto final. Guarde Dios á vuecencia. Plegó esta carta, la cerró, y se fué hacia doña Catalina. ¿Lloráis? la dijo.

Acordóse allí que fuera nuestra salida a media mañana, a más tardar; y para aprovechar bien el escaso tiempo que teníamos disponible hasta entonces, se abrevió la sobremesa y nos llevó al obsequioso huésped, acompañado de Neluco, a una solana que dominaba bien el valle, sobre el que me dio nuevos y curiosos informes, concluyendo por aconsejarme que no hiciera caso de los hidrólogos que sostienen que los manantiales del Ebro son filtraciones del Híjar, porque él mismo había estimado los niveles de ambos ríos, y resultaba mucho más alto el del primero que el del segundo, sin contar con que las aguas de uno y otro son de diferente color.

En todo caso, eso no es un motivo de risa respondíle bruscamente. Vamos, vamos, no nos enojemos. Y el cura aplicándome una palmadita en la mejilla, abrevió mi lección, me dijo que vendría al día siguiente y dirigiose a confiscar la llave de la biblioteca, que yo ignoraba conociese.