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Para las mayores desdichas, para las abstinencias más crueles y mortificantes, tenía resignación; para llevar zapatos muy viejos o que desvirtuaran la estructura perfecta y las lindas proporciones de sus piececitos, no la tenía, no. Del arte exquisito para conservar la ropa no hablemos.

Le ponen pantaloncitos cortos ceñidos a la rodilla, y blusa con cuello de marinero, de dril blanco como los pantalones, y medias de seda colorada, y zapatos bajos. Como lo quieren a él mucho, él quiere mucho a los demás.

Como él no, indudablemente peor: en un buque de vela, llevando bajo el brazo los zapatos para prolongar su uso, aceptando los ranchos de a bordo como un regalo desconocido... Tal vez llegaba él un poco tarde, pero raro sería que no le hubiesen dejado alguna migaja.

Eso se borre dijo Rincón ; y pues ya nos conocemos, no hay para qué aquesas grandezas ni altiveces: confesemos llanamente que no teníamos blanca, ni aun zapatos. Sea así respondió Diego Cortado, que así dijo el menor que se llamaba ; y pues nuestra amistad, como vuesa merced, señor Rincón, ha dicho, ha de ser perpetua, comencémosla con santas y loables ceremonias.

Mas de aquellos desatinos 2025 Sus zapatos me vengaron, Cuyas voces despertaron La mitad de los vecinos. Y aunque culpando el rigor, Poniéndose de por medio, 2030 Celebraron el remedio Para quitarle el amor. DO

No hay merluzas para millonarios, no hay zapatos para millonarios, no hay sombreros para millonarios. Yo he visto al señor Sota el otro día con un gabán que, desde luego, no le había costado mucho más que el mío. Claro que el señor Sota puede comprarse cien, doscientos, quinientos gabanes; pero esto sería una superfluidad.

Una vez que lo tuvo puesto y que estuvo calzado con sus zapatos, Jacobo apareció diferente de como estaba con la librea de presidiario; su estatura resultó más alta y sus hombros más anchos. Ya no parecía encorvado bajo el peso de su infamia, pero el semblante cetrino del penado podía aún denunciarle.

Un libro afirmaba que a los niños no se les debe poner más que vestidos holgados; otro decía que esto es expuestísimo a las desviaciones de la columna vertebral. Un sabio aconsejaba que desde los primeros meses se les calzara con zapatos de suela; otro tronaba contra esta horrible costumbre y vaticinaba resultados tristísimos si se les aprisionaba los pies.

Ella con otro traje: falda ceniza y abrigo muy oscuro, de paño todo bordado; sombrero gris con gran lazo y velillo; en vez de zapatos, botas. Don Juan, que va resuelto a hablar, se acobarda viendo a la niñera. «No: los criados son enemigos, no quiero comprometerla. Pero cuando viene aquí, cuando no se va de paseo a otra parte... por algo es

Por las naves avanzaban, contoneándose con ligeros saltitos, los niños vestidos de ángeles: unos ángeles a la Pompadour, con casaca de brocado, zapatos de tacón rojo, chorrera de blondas alas de latón colgadas de los omoplatos y una mitra con plumas sobre la peluca blanca. La Primada sacaba para la fiesta su vestuario tradicional.