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No era la caja de yesca de Silas, porque la única que hubiera poseído nunca estaba aún, sobre un estante, en su casa. La opinión generalmente aceptada, fue que la caja encontrada en el foso tenía alguna relación con el robo. Una pequeña minoría sacudía la cabeza y daba a entender que aquél no era un robo respecto del cual pudieran arrojar mucha luz las cajas de yesca.

La mirada de aquel hombre estaba llena de una cierta expresión que había chocado de un modo desagradable al sensible organismo del señor Snell. Seguramente que nada de particular había salido de su boca no, nada, excepto la frase relativa a la caja de yesca ; pero lo que un hombre dice, no es lo que vale, lo importante es cómo lo dice.

Las molieron mejor que lo estaban entre las palmas, liaron los cigarros en silencio, encendió el tío Pepe la yesca después de dar veinte golpes al pedernal con el eslabón, y cuando comenzaron á fumar, sin otros preámbulos le metió el puño por el vientre al mozo de Entralgo y exclamó riendo: ¡ por ella cuando quieras, pillo! Quino agradeció la caricia tanto como la gentil respuesta.

Así dijo el propietario pasando su petaca en torno. Los pastores, con sus grandes sombreros de fieltro y sus medios calzones de cuero, formaban círculo. Tomaron gravemente un cigarrillo, lo pusieron en el rincón de la boca y cada cual sacó sus avíos: yesca de trapo quemado, eslabón y pedernal.

107 Yo no tenía ni camisa ni cosa que se parezca; mis trapos sólo pa yesca me podían servir al fin... no hay plaga como un fortín para que el hombre padezca. 108 Poncho, jergas, el apero, las prenditas, los botones, todo, amigo, en los cantones jue quedando poco a poco; ya me tenían medio loco la pobreza y los ratones.

Este había entrado en su taberna para beber algo haría cosa de un mes, y había declarado positivamente que llevaba una caja de yesca que le servía para encender su pipa. Había en aquello, sin duda, una pista para seguir.

Parado allí el pastor y dale que te pego con el canto de la navaja, porque no chispeaba bien la piedra o no era la yesca de lo mejor, observa que le da en la nariz un «jedor» que tumbaba de espaldas.

Diéronme una caja con hilo negro y hilo blanco, seda, cordel y aguja, dedal, paño, lienzo, raso y otros retacillos, y un cuchillo; pusiéronme una espuela en la pretina, yesca y eslabón en una bolsa de cuero, diciendo: -Con esta caja puede ir por todo el mundo, sin haber menester amigos ni deudos; en esta se encierra todo nuestro remedio. Tómela y guárdela.

Se le acababa de ocurrir al señor Snell que era, como lo hizo observar, un hombre habituado a coordinar los hechos el relacionar con la caja de yesca, que en calidad de suplente del constable había tenido él mismo la honrosa distinción de encontrar, con ciertos recuerdos de un buhonero.

Por otra parte, a fin de arrojar más luz sobre esta pista de la caja de yesca, se recogió en las diferentes casas todos los artículos comprados al buhonero y se los llevó a la taberna del Arco Iris para ser expuestos allí públicamente. En fin, la convicción general en la aldea fue que, a fin de poner en claro la cuestión del robo, era preciso hacer muchas cosas en el Arco Iris.