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CAP. XVIII. En el cual se contiene cómo Inca Yupanqui Pachacuti juntó los suyos, en la cual junta les mandó que todos se aderezasen con sus armas para cierto dia, porque queria ir á buscar tierras é gentes que ganar é conquistar é sujetar al dominio é servidumbre de la ciudad del Cuzco; é cómo salió con toda su gente é amigos, é ganó é conquistó muchos pueblos y provincias, é de lo que en la tal jornada le acaeció á él y á sus capitanes.

A la entrada del paseo se comenzó á fines del siglo XVIII á construir el monumento llamado Triunfo de la Trinidad, que se elevó á instancias de fray Diego José de Cádiz, y el cual monumento era obra de escasísimo mérito, y fué derribada hacia la mitad del pasado siglo, sin haberse llegado á terminar por completo.

Wolf en los Wiener Jahrbüchern, tomo XVIII, pág. 247.

No tenían en Lancia familia alguna. Ninguno de los vivos recordaba a su padre, que había muerto cuando todavía eran mocitas. Estuvo empleado en el ramo de Hacienda. Es de suponer, dada su remota antigüedad, que sería percibidor de alcabalas o de otros pechos ya extinguidos. Del siglo XVIII, al cual pertenecían, tenían aquellas interesantes señoritas en primer lugar el traje.

Sus padres eran obreros modestos. Una tarde llegaron á la ciudad varios artistas de aquellos que á mediados del siglo XVIII llevaban á través de Europa, y sobre una carreta, la alegría pícara de sus almas ingraves.

Capítulo XVIII. Donde se cuentan las razones que pasó Sancho Panza con su señor Don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas Llegó Sancho a su amo marchito y desmayado; tanto, que no podía arrear a su jumento.

Fué enterrado Lope en la iglesia de San Sebastián, donde reposaron pacíficamente sus restos hasta que a fines del siglo XVIII o principios del XIX, en una de las usuales mondas, fueron arrumbados no se sabe dónde.

Este hermano, monseñor el abate de V *, había sido sucesivamente en la corte de Luis XVIII, y más tarde en la de Carlos X, uno de los prelados que gozaban de más influencia; y sabido es hasta dónde llegaba en aquella época el poder del clero.

Lo cierto es que, mientras la esperanzada Cristeta veía posible la realización de su ventura, don Juan, puestos en ella los cinco sentidos con amoroso empeño, tomaba la resolución de buscar a don Quintín para que éste le sacase de dudas sobre si era o no verdad lo del casorio, y pensando en él se decía: «Está visto que ese pobre majadero ha nacido en provecho míoCapítulo XVIII

San Juan poseía entonces un teatro y compañía permanente de actores. Existen aún los restos de seis o siete bibliotecas de particulares en que estaban reunidas las principales obras del siglo XVIII y las traducciones de las mejores obras griegas y latinas. Yo no he tenido otra instrucción hasta el año 36, que la que esas ricas, aunque truncas bibliotecas, pudieron proporcionarme.