United States or Philippines ? Vote for the TOP Country of the Week !


Debo decir con placer que no tengo sino gratos recuerdos de los numerosísimos amigos de café, de teatro, de wagon, de diligencia, etc., que coseché en España; amigos de una hora, anónimos, que se pierden para siempre un instante despues, pero que dejan buenos recuerdos por la amabilidad obsequiosa de sus maneras y la buena voluntad con que le dan al viajero, cuantos informes solicita.

Las señoras le observaban de léjos con terror, y pedian con instancia que los locos tuviesen un wagon aparte. Una de ellas temia que los movimientos del «loco malo» hiciesen descarrilar el tren.

El uno, que no es más que estanquero, entiende que debía ser vista; y el otro, que está de oficial ambulante de correos, siempre metido en un wagon, suspira por el alfolí de la sal que se dio a un tercero, que disponía en la elección de menos votos que él; y el que tiene como fiel el alfolí se juzga desairado porque no le nombraron guarda-almacén, que esto y mucho más se merecía.

Tomé el ferrocarril de Alicante; pasó el tren por Aranjuez, Castillejo y Villasequilla, y á 100 kilómetros de Madrid descendí del wagon, en Tembleque, para tomar asiento en la diligencia que debia conducirme á Granada, atravesando los Montes de Toledo y la Sierra-Morena, y pasando por Jaen.

Mi compañero era un catalan de sangre pura y demócrata de ribete; mientras que la hada del wagon en que íbamos era una rubia de fisonomía británica, é hija nada ménos que de un escritor absolutista á puño cerrado. La conversacion se entabló con exquisita cordialidad como entre viejos amigos. Así es siempre en España, sobre todo en los lugares públicos.

Hay no qué de fantástico, algo que hace recordar las románticas visiones ó las extravagantes maniobras del «Diablo Cojuelo» de Lesage, al pasar en alas de un wagon por encima de una ciudad, como una gigantesca bruja saltando de torre en torre, de chimenea en chimenea y de cuadra en cuadra.

Cuando la sangre española se renueve con la sábia de una civilizacion mas culta, habrá perdido, es cierto, mucho de su originalidad típica, pero habrá ganado inmensamente en grandeza y gloria, progreso y bienestar. Al volver por la noche de Aranjuez á Madrid, yo iba con mi fino compañero en un wagon pleno. Los otros seis sujetos me habian sido desconocidos ántes de aquel dia.

En cuanto al «loco bueno», como llamaban al pretendido emperador para distinguirle del otro, dió la última prueba de benignidad, al entrar al wagon, alargando la mano derecha á los viajeros para que se la besasen respetuosamente.

Es de esa Huerta fabulosa que van á todas las ciudades de Europa las deliciosas naranjas de finísima corteza. Parece una tonta exageracion; pero yo alcanzaba casi á tocar los racimos de naranjas, alargando el brazo desde el wagon del tren en que iba con la velocidad del rayo.

Al cabo se oyó el silbido prolongado de la locomotiva; tomamos nuestros asientos en los mullidos vagones, y partimos como el huracán bajo las sombras interrumpidas de las bóvedas del embarcadero y de los túneles del camino ya léjos de la ciudad, la cual parecía un colosal fantasma, de formas extravagantes é indefinibles. En el wagon. Dover. El paso de Calais. La entrada á Francia. Calais. Amiens.