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17 Y David salió a ellos, y les habló diciendo: Si habéis venido a para paz y para ayudarme, mi corazón será unido con vosotros; mas si para engañarme en pro de mis enemigos, siendo mis manos sin iniquidad, véalo el Dios de nuestros padres, y demándelo. Paz, paz contigo, y paz con tus ayudadores; pues que también tu Dios te ayuda.

Hoy mismo, retirado del comercio, llevo al día la contabilidad de mis gastos particulares, y no me acuesto sin pasar todos los apuntes a la agenda, y luego, en los ratitos libres, lo paso al Mayor. Vea usted, véalo para que se convenza añadió marcando más el temblor negativo . Lo que yo quisiera es que Francisca pudiera aprovechar esta lección. Aún no es tarde... Entérese usted».

Lo dicho repitió el doctor Eneene, acariciando la aceitosa melena, no se me mueva usted de la capital, ¿eh? y véalo a Rocchio, que tenga paciencia; el asunto corre de mi cuenta. En cuanto a la recomendación al Banco, no dejaré de hacerla... se trata de usted y basta; aunque rabien, tendrán que aceptar la propuesta. Muchas gracias, doctor...

que has recibido cierta educación, y que, por tu dependencia y trato con algunas personas ilustradas, distas mucho de esta canalla, comprenderás lo que digo; y sírvate de prueba la guerra perpetua en que estás con el vecindario. Si dentro de este elemento caben paz y poesía, venga Dios y véalo.

Véalo usted allí, levante los ojos y pida usted perdón al autor de mis días... ¡marido depravado y perverso! Y Pollion caía fulminado por los anatemas. Así habían pasado los días del primer matrimonio de mi tío.

¿Mis alhajas? observó la otra vacilando primero y asegurándose al fin . No son mías. Son de él, de Maxi, que las desempeñó. Se las dejo todas. ¿De modo que no se lleva usted más que su ropa? Nada más. Hasta el portamonedas, con el último dinero que me dio, lo dejo aquí sobre la cómoda. Véalo usted. Cogió la prudente señora el portamonedas que estaba aún bien repleto y se lo guardó. xii

Caparrosa se descolgó por fin de la reja con sus boletines, y junto con él, mi tía y yo comenzamos a forcejear para abrirnos paso a través de la multitud. Al cabo de unos minutos salía mi tía bañada en sudor de aquel combate; y acomodándose la gorra sobre los bandeau, entraba triunfante en lo de Bringas con un boletín en la mano. ¡Triunfo completo; aquí está, véalo, léalo usted!

Usted es muy joven, Obdulia, y tiene aún mucha vida por delante. Todo eso que usted ve en sueños, véalo como una realidad posible, probable. Dará usted comidas de veinte cubiertos, una vez por semana, los miércoles, los lunes... Le aconsejo a usted, como perro viejo en sociedad, que no ponga más de veinte cubiertos, y que invite para esos días gente muy escogida.

¡Ah... no, señor!... cosa muy diferente... el malacara es de paseo... ¡Yo vengo asombrado de la resistencia de su caballo! Y véalo, don Ricardo... ¡mire!... ¡viene «tironeando»!... como al salir...

Apenas la vio don Juan, dijo como si tratase de reanudar la conversación que anteriormente tuvieron: Hoy que está usted monísima. ¡Cualquiera diría que se ha escapado usted de uno de esos conventos donde se educan las señoritas de la grandeza! Pues mire usted, estoy que rabio. Hoy me han repartido otro papel... también de esos que... en fin, véalo usted.