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El vulgo de los teólogos obcecados con la palabra auténtica de que se valió el Concilio, dió al decreto una torcida inteligencia, i se empeñó reciamente en que se habia de venerar la Vulgata como si hubiera bajado del cielo, ó como si el Espíritu Santo hubiera llevado la mano al traductor, i esta gente al cabo logró salir con su intento, haciendo poco menos que comun su manera de pensar.

Mas no paró en esto el mal, sino que en los códigos de los calificadores de la Inquisicion se asentó, casi como un punto del dogma, el culto de la Vulgata en los términos arriba esplicados: de donde resultó que en sus tribunales fuesen tratados como reos de fe algunos varones doctos i pios por haber mostrado inclinacion i deferencia á los testos originales de los libros santos.

No acabaron con la muerte de los perseguidores de Lebrija las falsas máximas sobre la exactititud é incorrupcion de la Vulgata, sino que para mal i daño de los estudios de Teología i de algunos maestros en esta facultad se fueron sucediendo en ellas como en un patrimonio perpetuo de familia unos teólogos á otros: de donde nació que estas opiniones adquiriesen gran número de secuaces despues que por el Concilio Tridentino fué declarada auténtica la Vulgata.

Luego que se divulgó la noticia de esta tan provechosa tarea, alborotáronse los fanáticos, é irritáronse muchos doctores preciados de su sabiduría: los cuales imaginaban que la Vulgata no admitia correccion i que por una especie de milagro se habia conservado i conservaba en su integridad primitiva, i así se llenaron de escándalo i horror al escuchar que habia persona que daba por asentado hallarse en el testo latino corriente algunos lugares que pedian enmienda.

Estos los frutos que dejaron sembrados los Reyes Católicos con la destruccion de las Biblias hebreas; i con las persecuciones hechas á hombres doctisimos por solo preferir á la Vulgata los testos originales.

Los teólogos españoles que no pertenecian á la noble clase de los presos, observado el miserable estado de opresion i afrenta en que estos se hallaban, creyéronse amenazados del mismo azote; con lo que todos al punto cayeron de ánimo; i poseidos del terror, parte se condenaron á guardar eterno silencio en cuanto á la Vulgata i testos originales de la Escritura, ó procuraron esplicarse con sobrada templanza, hija mas bien del miedo que de un corazon ingénuo , i parte, huyendo del bando de la verdad, se pasaron al bando de la multitud; porque èntre ella solamente se prometian respirar sin contradiccion ni sobresaltos.

Es verdad que los padres de Trento pronunciaron acerca del uso i autoridad de los testos hebreo i griego, que su mente i voluntad fué solo decretar que en atencion al respeto con que desde los primeros siglos de la Iglesia estaba recibida la Vulgata, i á que en ella no habia cosa opuesta á los dogmas de la religion ni á las buenas costumbres, de allí en lo sucesivo los espositores de la sagrada Escritura en sus comentarios, glosas ó escolios, los maestros en sus lecciones i disputas, i los predicadores en sus pláticas ó sermones, se sirviesen de la Vulgata, con absoluta esclusion de las otras versiones latinas.

No solo leia las divinas Escrituras sino que con la mayor diligencia escudriñaba todas sus cláusulas i aun todas sus palabras, cotejando con los originales hebreo i griego la Vulgata latina impresa en su tiempo, i con varios MSS. de ella; i consultando además algunos Padres de la Iglesia i comentadores antiguos de la Biblia; i cuando de su trabajo resultaba hallar una errata de mano del escribiente ó falla de exactitud en la traduccion latina, proponia el modo i forma con que deberia ser leido aquel pasaje.