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A ella no se le pasó jamás por la imaginación el querer a Antoñuelo como una mujer quiere a un hombre. Y él, como por una parte la tenía por un ser superior y por otra parte sus instintos amorosos eran vulgarísimos, procuraba emplearlos y satisfacerlos en más fáciles objetos, y sin darse cuenta de ello, e ignorando su esencia y su nombre, consagraba a Juanita un afecto puro, ideal y platónico.

Tal es mi parecer, en substancia; y si aún os resulta largo, os le condensaré en dos axiomas, que no por ser vulgarísimos, dejan de ser muy dignos de que meditéis sobre ellos: La piedra movediza no cría moho. Más vale ser cabeza de ratón que cola de león.

Y sin embargo, de los tales sucesos y personas, que aparecen vulgarísimos al empezar la narración, brota y se desenvuelve luego la encantadora poesía. Don Antonio, el principal personaje, el dueño de los cuatro ochavos, se nos muestra al principio tímido, engreído con sus riquezas, egoísta y hasta pervertido y vicioso, no arrastrado por pasiones violentas, sino por debilidad de carácter.

Leandra se enreda en vulgarísimos amores con un seductor no menos vulgar, llamado Juanito Mardura, con quien se escapa y quien la mantiene. Y, por último, Eusebio, en pago de su paterno consentimiento y beneplácito en la nada decente unión de Leandra y Juanito, acepta gustoso y lleno de gratitud el empleo de administrador de ciertos bienes que posee Juanito en un lugar lejano.

Para es un misterio. La mayor parte de los hechos de que se compone la novela de Balzac titulada Eugenia Grandet son corrientes, vulgarísimos, prosaicos; no obstante, esta novela causa emoción profunda y puede considerarse como una de las producciones más peregrinas del ingenio de este siglo. Análogos hechos en otras novelas nos dejan fríos, si es que no nos producen tedio.