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ALARA. Bésoos los pies, señor mío, Por la merced recebida; Pero soy tan desdichada, Que a sus celos y a su espada Ofrezco mi cuello y vida; Que, como allá no me halle, No ha de creer mi intención, Sino que ha sido invención Por gozarme y engañalle; Pero ya, después que os veo Tan gallardo, ilustre y fuerte, Tendré por justa mi muerte Y por vida mi deseo: Cuanto publica la fama Es poco en vuestra presencia.

He ahí por qué os hablo. He ahí por qué me interesa extraordinariamente la orientación moral de vuestro espíritu. La energía de vuestra palabra y vuestro ejemplo puede llegar hasta incorporar las fuerzas vivas del pasado a la obra del futuro.

Imitad su constancia y bizarría Y el alto ejemplo que su vida abona, Que de la Patria en el hermoso dia El pueblo os ceñirá sacra corona, Y vuestra muerte con guerrera pompa Publicará la fama con su trompa.

Criado de vuestra merced, Sancho Panza, el Gobernador.

Y, habiendo tenido noticia del agudo y elevado entendimiento de vuestra merced, me enviaron a a que suplicase a vuestra merced de su parte diese su parecer en tan intricado y dudoso caso.

-Señor -respondió Sancho-, bien veo que todo cuanto vuestra merced me ha dicho son cosas buenas, santas y provechosas, pero ¿de qué han de servir, si de ninguna me acuerdo?

Conciencia á vos y á paciencia para tanto robo; ¿qué falta de más de eso? Un real. Tomadle. Dios guarde á vuestra merced muchos años. De pícaros como vos. ¿Pero qué es eso? dijo el cocinero mayor viendo que el bufón se ponía de pie. Que nos vamos. ¿Y no me dais los consejos que os he pedido?

Corridos os veais, y quantos descendieren de vosotros, y todos juntos os veais en el infierno, como Datan y Abiron. La maldicion de los Montes de Gelboe venga sobre vosotros, y toda vuestra generacion. Quemados seais, como aquellos que querian apedrear á Moyses y Aaron. En poder de justicia os vean, como se vieron los de Israel.

-Teresa dice -dijo Sancho- que ate bien mi dedo con vuestra merced, y que hablen cartas y callen barbas, porque quien destaja no baraja, pues más vale un toma que dos te daré. Y yo digo que el consejo de la mujer es poco, y el que no le toma es loco. -Y yo lo digo también -respondió don Quijote-. Decid, Sancho amigo; pasá adelante, que habláis hoy de perlas.

En estas pláticas llegaron, rodeados de muchachos y de otra mucha gente, al castillo, adonde en unos corredores estaban ya el duque y la duquesa esperando a don Quijote y a Sancho, el cual no quiso subir a ver al duque sin que primero no hubiese acomodado al rucio en la caballeriza, porque decía que había pasado muy mala noche en la posada; y luego subió a ver a sus señores, ante los cuales, puesto de rodillas, dijo: -Yo, señores, porque lo quiso así vuestra grandeza, sin ningún merecimiento mío, fui a gobernar vuestra ínsula Barataria, en la cual entré desnudo, y desnudo me hallo: ni pierdo, ni gano.