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Ramiro sentía a través de sus pestañas asoleado movimiento de sedas en las tribunas. Galante murmullo bajaba ahora hasta él y parecíale respirar por instantes femeninos perfumes. Oíanse risas claras y festivas. Encima de su cabeza, el caballero que les había ofrecido los taburetes hablaba a media voz con una dama.

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. 2 Mi alma tuvo sed de Dios, del Dios vivo. ¡Cuándo vendré, y compareceré delante de Dios! 4 De estas cosas me acordaré, y derramaré mi alma sobre . Cuando pasaré en el número, iré con ellos hasta la Casa de Dios, con voz de alegría y de alabanza, bailando la multitud.

Aconteció, además, que un día en que por costumbre, no curado aún bien de la locura que me habíais pegado, estaba yo en la iglesia de las Descalzas Reales... sólo por oír vuestra voz, que la teníais excelente y me enamoraba, un mal nacido ofendió á una dama. Volví por ella, mediaron palabras y aun más; salimos á la calle, y maté á aquel hombre.

El marqués hizo un gesto como si se esforzase por comprender el sentido de tales palabras. Ignoro lo que quieres decir dijo con voz sombría ; pero piensa que hablas de mi mujer. No olvides que lleva mi nombre. ¡Y yo la amo tanto!... Después quedaron los dos en silencio. Según transcurrían los minutos parecía agrandarse la separación entre ambos.

Y con voz sorda comenzó a exponer sus quejas, a descubrir los agravios que su marido le hacía diariamente. A nadie en el mundo, más que a su madrastra, haría tales confidencias, que en ella no provocaban lágrima alguna. D.ª Carmen era quien las vertía una a una de sus ojos cansados.

Un accidente noté que prestaba extraña tristeza a la situación: era el canto de los gallos que a lo lejos se oía, anunciando la aurora. Jamás escuché un sonido que tan profundamente me conmoviera como aquella voz de los vigilantes del hogar desgañitándose por llamar al hombre a la guerra.

Manteniéndose en la puerta, le contestó Benina con voz entera: «Aquí estoy, señora, y como dicen que mancho los baldosines, no quiero pasar; digo que no paso... Me han sucedido cosas que no le quiero contar por no afligirla... Lleváronme presa, he pasado hambres... he padecido vergüenzas, malos tratos... Yo no hacía más que pensar en la señora, y en si tendría también hambre, y si estaría desamparada.

Pasaron despues á reconocer segunda vez la iglesia, y encontraron á D. Miguel Estada, que mataron en el mismo cementerio: tambien hallaron á D. Miguel Bustamante, y llevándole á los portales de Cabildo, le presentaron vivo á D. Jacinto Rodriguez, le preguntaron si lo habian de matar, y habiendo dispuesto lo entrasen en la cárcel, para cargarlo de prisiones, no hicieron caso de la órden, y le dijeron á gritos: "Vos nos habeis llamado para matar chapetones, y ahora quereis que solamente entren en la cárcel; pues no ha de ser así"; y usando la voz comuna, comuna, dieron muerte á aquel infeliz.

Seré siempre tu esclava, pero lejos de ti, muy lejos de ti, para no traerte a la memoria la infamia de esta noche. Los gemidos sofocaron la voz de Pepita, al terminar estas palabras. D. Luis no pudo más.

¿Y quién ha sido añadió Montiño, cuyos ojos parecían próximos á saltar de sus órbitas , quién ha sido el que ha dejado que un galopín haga un plato que es difícil para más de un oficial? Todos se callaron. Es que el señor Gil Pérez tenía que ir á ver á su coima, y me dijo que hiciera ese capón exclamó desde la puerta con voz quejumbrosa el galopín Aldaba.