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La bella soltaba o mejor vomitaba estos y otros insultos acompañados de interjecciones de cochero, paseando furiosa por la estancia. De pronto se paró delante del duque y le gritó hecha una hiena: ¡Sal de aquí, so gorrino! Sal de mi casa. Me escupo yo en y en tus millones. Salabert soltó una carcajada.

A través del agujero que le servía de puerta, y por entre la nube de humo que vomitaba, veía, desde donde estaba sentado, un hacinamiento de cabezas, alumbradas por la llama temblorosa del fogón.

El cocinero mayor, fuese por temperamento, fuese por debilidad, fuese por cálculo, vomitaba todo lo que sabía. ¡Ah! dijo el padre Aliaga, cuya fisonomía había vuelto á ser impenetrable y benévola ¿conque esa comedianta entró con el sargento mayor en casa de doña Ana? , señor. ¿Y el tío Manolillo? Se entró conmigo en una taberna de enfrente, donde almorzamos. ¿Y luego?

El portalón de la calle de los gitanos vomitaba grupos y grupos de sucios chiquillos, que habían pasado el día cantando a coro, repicando las castañuelas y tomando lecciones de baile para entretener el hambre. ¿Qué traes? preguntaba el gitano a su mujer, estirando los miembros entumecidos por el descanso, subiéndose la faja con ambas manos y atusándose las greñas que le tapaban las orejas.

Mientras, su querida vomitaba una sarta de injurias acompañadas de movimientos de caderas, risas sarcásticas y tal cual interjección del repertorio antiguo. Cuando llegó a poner el pie en el jardín, las mejillas de Clementina comenzaron a echar fuego. Se apoyó un instante en la columna de uno de los faroles, y en seguida se dió a correr como una loca hacia su coche.

El jardín, momentos antes despoblado, vomitaba personas por todas sus aberturas. Al aproximarse al grupo, pudo oir los comentarios de varios curiosos sueltos que instruían á los que llegaban. Un oficial convaleciente... Iba paseando con una señora... De pronto, cae redondo... lo mismo que si lo hubiese herido un rayo... Ahí está.

Todo parecía tranquilo, como en los mejores días de la paz. De pronto vió que el bosque vomitaba á lo lejos algo ruidoso y sutil, una burbuja de vapor acompañada de sordo estallido. Algo también pasó por el aire con estridente curva. A continuación, un tejado del pueblo se abrió como un cráter, volando de él maderos, fragmentos de pared, muebles rotos.

Vomitaba la vieja su ira contra él, le decía las mayores injurias, le llamaba cobarde, mandándole perseguir á su sobrina. El joven no podía resistir más el horror que le inspiraba aquella casa maldita. Miró á la devota, que permanecía aún sin movimiento, y afligido por la sin igual desventura de mujer tan infeliz, salió de la casa. #Conclusión.#

Herida en lo más vivo de su orgullo por aquella diplomacia fría, protectora, insultante que en su sentir respiraban las palabras de su antiguo amante, vomitaba la rabia de su corazón sobre la hija.

Gonzalo tropezó con la ola de gente que vomitaba la puerta, y así como fué reconocido, se apresuraron a rodearle y saludarle sus antiguos amigos. El primero que le echó los brazos al cuello fué don Mateo, después vino don Pedro Miranda y su hijo Periquito, en seguida el alcalde don Roque, después don Victoriano y su esposa doña Rosario y sus tres hijas.