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Pasamos á sus casas: no conseguimos nada, porque cerca de su pueblo se rezumaban de una legua aguas tan hondas, que ni pudimos seguirlos, ni hacer mas que quemarles 250 canoas que les tomamos: y temiendo que envistiesen nuestras náos, volvimos á ellas. Estos indios Mepenes solo pelean en agua, y están de los Zemais Salvaiscos 95 leguas. Del rio Paraguay y de los pueblos Curumias y Agaces.

En San Narciso nuevamente volvimos á la mar, navegando por espacio de doce horas en el seno de Ragay para encontrar á Guinayangan. Este pueblecito con su visita de Piris, lo forman 7 cabecerías. Toda la miseria en que hoy se consume, es indudable que en una época más ó menos lejana se trocará en riqueza y movimiento.

Cuando nos retiramos de casa de Pepita Jiménez y volvimos a la nuestra, mi padre me habló resueltamente de su proyecto: me dijo que él había sido un gran calavera, que había llevado una vida muy mala y que no veía medio de enmendarse, a pesar de sus años, si aquella mujer, que era su salvación, no le quería y se casaba con él.

Cuando la cosecha le pareció suficiente, volvimos en triunfo al pabellón; las fresas que quedaban fueron polvoreadas con azúcar, y después comidas por sus lindos y buenos dientes. ¡Ah, qué bien me sienta esto! dijo entonces la señorita Margarita, arrojando su sombrero sobre un banco y echándose de espaldas contra el cercado de olmedillas.

Desapareció para ir a reñir a Susana y sólo la volvimos a ver en la sala. Tenéis una excelente cocinera, prima mía, dijo Pablo de Couprat, paladeando su café. , pero tan rezongona... Eso no es más que un detalle... ¿Y qué os parece mi tía? le pregunté en tono confidencial. Pero... bastante majestuosa respondió de Couprat, algo en aprieto. ¡Ah, majestuosa!... ¿queréis decir... desagradable?

No nos volvimos a encontrar en las rutas de la historia. Harto que hacer teníamos con nosotros mismos, ocupados en sangrarnos hasta la extenuación, como si hubiéramos querido fecundar la tierra patria con el jugo de nuestras venas.

Informámonos del estado y calidad de toda la provincia, y nos volvimos á las naves; y bajando por el rio Paraná, llegamos á la provincia de los Cambales, donde hallamos cartas de Alvar Nuñez, en que nos mandaba ahorcar al cacique, que se llamaba Aracaré como se egecutó. Accion que dió despues causa á una guerra tristisima: con lo cual nos volvimos el rio abajo á la Asumpcion.

Le pregunté por señas si salía de paseo, y me contestó que : y en efecto, un día aguardé en la calle hasta las cuatro y la vi salir en compañía de una señora, que debía de ser su mamá, y de dos hermanitos. Al fin volvimos á casa en paz. Diez ó doce días se transcurrieron de esta suerte.

Como el viaje se había hecho sin riesgo, lo volvimos a repetir, y llenamos todas las botellas y depósitos que encontramos. El aljibe de proa debía quedar también muy mermado. En uno de los viajes, Burni, señalando con el cañón del rifle, nos dijo: Mirad, mirad allá. Nos quedamos sorprendidos.

Tomando el tente en pie que nos sirvió el tabernero con excelente voluntad y poquísima limpieza, y reanimados los bríos de las cabalgaduras con no qué brozas nutritivas que se hallaron en el pajar de la taberna y en el granero de un vecino, volvimos a montar Neluco y yo para seguir nuestro camino, del que nos faltaba todavía lo más largo y lo peor, según el médico me dijo al cabalgar.