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42 No se acordaron de su mano, del día que los redimió de angustia; 43 cuando puso en Egipto sus señales, y sus maravillas en el campo de Zoán; 44 y volvió sus ríos en sangre, y sus corrientes para que no bebiesen. 46 Dio también al pulgón sus frutos, y sus trabajos a la langosta. 47 Sus viñas destruyó con granizo, y sus higuerales con piedra;

24 Luego me levantó el Espíritu, y me volvió a llevar en visión del Espíritu de Dios a la tierra de los caldeos, a los cautivos. Y se fue de la visión que había visto. 25 Y hablé a los cautivos todas las palabras del SE

Varias mujeres corrieron para traer antes á cierto peón siciliano que gozaba fama de gran curandero. Los curiosos entraban en el almacén para enterarse de la gravedad de las heridas. En medio de la calle, unas comadres hablaban á gritos contra Manos Duras y sus camaradas. Robledo volvió á emprender la marcha hacia su casa, con aire pensativo. González tenía razón: el demonio andaba suelto.

¡Dotor... dotor! gimió el banderillero, suplicando por saber la verdad. Y el doctor Ruiz, tras largo silencio, volvió a mover la cabeza. ¡Se acabó, Sebastián!... Puedes buscarte otro matador.

Luego añadió con malignidad: Debo advertirle que tiene usted un rival. ¡Mucho cuidado, Ferragut! Volvió la cabeza para mirar al oscricario. Estaba ocupado en la contemplación da una gruesa señora de pelo gris y abundantes joyas, una viajera escoltada por su marido, que acogía con extrañeza las ojeadas asesinas del vendedor, sin llegar á explicárselas.

Salieron ambos del gabinete; entró don Alejandro en el de su hija; volvió a la sala a poco rato, dando al boticario la noticia de que Nieves estaba mejor, y se fueron los dos pasillo adelante. Al desembocar en la plazuela de la Colegiata, se despidió Bermúdez de su viejo amigo con un fuerte apretón de manos. Ya está usted en sagrado le dijo , y yo me vuelvo a mi escondite.

El, por lo menos, la comprendía. El... y se rió otra vez con la indiferencia y ligereza de algunos momentos antes, y luego volvió de repente a la primitiva seriedad. Y el duendecillo de cabello rojo, ¿qué estaría haciendo en aquellos momentos? ¿Por qué estaba tan quieta?

¡Ojo, señora! gritaba Gallardo . ¡Que ese toro es viejo y se las trae!... Tenga cuidao no se regüerva. Y así fue. Cuando doña Sol se preparaba a realizar la misma suerte que su tío, oblicuando el caballo para clavar la garrocha en el rabo de la fiera y derribarla, ésta se volvió como si recelase el peligro, plantándose amenazante ante los acosadores.

Al retirar el joven sus libros, preparándose para abandonar la escuela, sonó a su lado una infantil voz: ¿Con su permiso? El maestro se volvió y encontrose con Arístides Morfeo. ¿Qué ocurre? dijo el maestro con impaciencia, ¡digan! ¡Pronto! Bueno, señor, yo y Hugo creemos que Melisa se va a escapar nuevamente.

El chico salió corriendo y volvió triunfante con una ratonera, donde estaba presa una lauchita... Mirela, niña, qué preciosa... ¡Uf, da asco! ¿Qué vas a hacer con eso? Mi mama la va a matar... Yo quería que V. la viera antes. ¡No, que no la mate! ¡Suéltala, suéltala, pobre lauchita!... ¡Si te reprenden, di que yo te lo he mandado, Ramón!...