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Por otra parte, se acostumbró a cederme en más de un punto, aunque tratando de disimularse a misma mi influencia y dando a entender que había que dejar hacer su voluntad a los niños. En mi correspondencia con Roberto, aprendí por primera vez que se puede mentir por amor.

Excepto la unidad de la conciencia, nada encontramos en nosotros que sea uno: muchedumbre de ideas, de percepciones, de juicios, de actos de voluntad, de impresiones las mas varias; esto es lo que sentimos en nosotros; multitud en los seres que nos rodean ó si se quiere en las apariencias; esto es lo que experimentamos con relacion á los objetos externos. ¿Dónde están pues la unidad y la identidad, si no se las encuentra ni en nosotros, ni fuera de nosotros?

Gillespie, que estaba en los postreros momentos de su sueño, cuando empiezan á despertar confusamente los sentidos mientras el resto del organismo yace sin voluntad, creyó que un insecto le estaba cosquilleando un tobillo y largó una patada, de la que se salvaron milagrosamente los dos sastres ocupados en tomarle medida.

Gloria al grande Ariman, nosotros doblamos la rodilla a su presencia, nosotros, que pisamos las cabezas de los hombres. Gloria al grande Ariman; nosotros esperamos la senal de su voluntad. Rey de los reyes, nosotros somos tus vasallos, y todos los seres que tienen vida lo son nuestros. Aumentar nuestro poder seria aumentar el tuyo; no olvidamos nada para conseguirlo.

Don Ramón recibía el encargo de sacar triunfante a tal señor desconocido, que apenas si pasaba un par de días en el distrito. Era la voluntad de los que gobernaban allá en Madrid.

¡Paciencia, Señor! exclamó, después de haber hecho lo posible por serenarse . Sobrellevaba con resignación mi apodo, como cargaste con la cruz; pero todavía me faltaba esta corona de espinas. ¡Hágase tu santa voluntad!

No quise estimar con la imaginación las dificultades que podían aguardarme en aquella empresa que acometía por mi propia y libérrima voluntad; y sin decir otra palabra, me puse en seguimiento del espolique.

La señá Casiana, alta y huesuda, hablaba con cierta arrogancia, como quien tiene o cree tener autoridad; y no es inverosímil que la tuviese, pues en donde quiera que para cualquier fin se reúnen media docena de seres humanos, siempre hay uno que pretende imponer su voluntad a los demás, y, en efecto, la impone.

-No, por cierto -dijo el secretario-, y el hombre ha salido con su intención. -De modo -dijo Sancho- que no dejaréis de dormir por otra cosa que por vuestra voluntad, y no por contravenir a la mía. -No, señor -dijo el mozo-, ni por pienso.

Falta no obstante lo principal, lo que ni la diligencia ni la voluntad conseguirán de modo alguno.